D E M O C R A T O P I A

RESPONSABILIDAD Y COMPROMISO

Comparto material didáctico de un curso impartido por talante solidario, es practicamente textual con algín que otro apunte personal, a mi manera.

EL REMO DE LAS TAREAS

Un remo está compuesto de dos partes básicas: la pala y la pértiga. Cualquiera de las dos partes por sí sola no aporta mucho a la navegación, necesitamos las dos para impulsar la embarcación: la palanca de fuerza que aporta la pértiga y la resistencia al agua que ofrece la pala. Quien trata de remar solo con el palo, prácticamente no se mueve. Quien lo hace sólo con la pala, se agota pronto al no contar con la palanca de la pértiga.

Es una excelente metáfora para hablar del compromiso con el rol o tarea, ya que todo rol o tarea tiene su parte de palanca y su parte de pala. La palanca del rol consiste en la motivación, en la energía personal, el esfuerzo, el empeño o la fe que ponemos en lo que hacemos. La pala simboliza el contenido de la tarea, lo que se hace. En este sentido es muy importante equilibrar bien la palanca con el tamaño de la pala. Si nuestra tarea está demasiado sobre-dimensionada, es decir, se trata de una pala muy grande, por mucha palanca que tengamos, por mucha motivación, fuerza, interés, fe en el objetivo, nos vamos a cansar pronto, o incluso a quemar, como se suele decir popularmente. Por eso es tan importante, cuando nos comprometemos con algo, saber a qué nos comprometemos y valorar si realmente vamos a poder asumir ese compromiso (tamaño de la pala).

Del mismo modo, si tenemos mucha motivación, fortaleza, capacidad y fe en lo que hacemos, pero el contenido de nuestra tarea (la pala) no está bien definido o no está claro, o elegimos siempre lo más fácil, llegará un momento en que no encontraremos mucho sentido ni emoción en la tarea, porque no será retadora a nuestras capacidades, y entonces acabaremos abandonando al no poder remar, al no encontrar sentido a lo que hacemos.

Ciertamente, el compromiso y la responsabilidad, implican encontrar ese equilibrio entre la palanca que mueve nuestra tarea y el contenido de la propia tarea. Esto es algo que se aprende con el tiempo y experiencia en los proyectos, por ello no debemos ver el compromiso como algo rígido, sino con un margen de flexibilidad para irlo ajustando en cada tarea en cuanto al tamaño de la pala y de la pértiga necesaria. Y tan bueno es decir sí puedo, como decir “no puedo con esto”, somos humanos, no superhombres. Podemos encontrarnos en ocasiones con situaciones difíciles que requieran por nuestra parte determinada preparación y madurez. Tenemos que saber detectar si estamos o no preparados, y así evitar un problema de desmotivación y falta de compromiso en un proyecto, y ganando motivación y compromiso en otro proyecto.

Pero generalmente no trabajamos solos, no remamos solos, estamos en un barco o en una trainera y con ello repartimos mejor las fuerzas y los remos, cada cual en su puesto. El compromiso con el proyecto es también un compromiso con el equipo. Si todos remamos a un ritmo similar y con buen rumbo y timón, los proyectos salen adelante. Y ya sabemos que hay días mejores, con el mar en calma, y otros días que hay olas, viento en contra, y esos días toca remar y cansarse un poco más. Pero el espíritu de equipo, siempre nos ayuda y nos hace sacar a veces fuerzas de donde no las hay. Ojo, el equipo trabaja con las mismas reglas para todos, no vale hacer grupitos para atajar haciendo trampas, eso es corrupción, y lamentablemente, la corrupción está normalizada en muchas organizaciones.

Responsabilidad

La responsabilidad, en sentido etimológico, viene de responsum en latín, que significa ser capaz de responder. Es responsable quien responde de algo, de sí mismo, de sus actos, ante los demás, de manera apropiada y eficaz en sus tareas, de sus compromisos.

El hombre, cuando adquiere el lenguaje y el razonamiento (capacidad de generar diálogos consigo mismo y con sus ideas, de autorregularse) es el único animal capaz de responder de sus actos de manera responsable a nivel individual y social. Por eso atribuimos al ser humano la capacidad de ser libre: si no fuéramos libres, no seríamos tampoco responsables (Barberá, 2001).

Siguiendo a Vicente Barberá (2001), vamos a ahondar un poco más en la competencia de la responsabilidad, desde sus múltiples acepciones o significados, para poder ir pensando ya en algunos indicadores, que como en las demás unidades, están al final de la misma, y que responden a la pregunta ¿cuándo podemos decir o afirmar que una persona se comporta de manera responsable?

  • Responsabilidad de mis actos y decisiones. Somos responsables de lo que hacemos y de las decisiones que tomamos, aunque de ellas se derive a veces una consecuencia no deseada, ello no nos exime de reparar el daño causado o de la debida compensación.
  • Responsabilidad de mi rol o cargo. Somos responsables de los cargos y roles que asumimos, que implican el deber de observar el fin y la función para la que han sido creados, de conducirse con la competencia adecuada en dicho rol, lo que implica también la capacitación adecuada para los mismos.
  • Responsabilidad sobre el futuro. Somos responsables de cuidar y preservar el futuro ecológico mediante comportamientos y decisiones responsables ambientalmente, también el futuro humano sin alterarlo indebidamente, cuidando nuestra salud y la de las personas que conviven a nuestro alrededor.
  • Responsabilidad social o corresponsabilidad. Somos responsables solidarios y corresponsables en los destinos y fines comunes de los grupos, proyectos e instituciones a las que nos adherimos, bien de forma contractual o de forma ética-emocional, contribuyendo con nuestra aportación y esfuerzo a los objetivos legítimos de las mismas. Cuando tienes conocimiento de que se están organizando grupos para copiar en los exámenes, o conoces a alguien que ha contratado una profesora para que la ayude durante el examen, el silencio es una irresponsabilidad. La opción más fácil casi siempre es la incorrecta.
  • Responsabilidad natural. Somos responsables naturales de las personas que por lazos familiares están a nuestro cargo y custodia, así como de preservar la vida y la dignidad, la integridad y los derechos inviolables de la persona humana, y este tipo de responsabilidad es irrenunciable e irrevocable.
  • Responsabilidad contractual. Somos responsables en tanto en cuanto sujetos de derechos y de deberes en una sociedad de naturaleza contractual. Somos responsables como parte de todos los contratos que asumimos o firmamos en diferentes ámbitos de la vida (económico, convivencial, laboral, etc.). Este tipo de responsabilidad puede ser renunciable en los términos y cláusulas que establecen esos contratos.
  • Responsabilidad como actitud o estado de vigilia. Dado que las leyes por sí mismas son insuficientes para regular todas las relaciones humanas y la convivencia, y que “sin virtudes públicas la democracia es una ficción” (Camps, 1993), somos responsables de vigilar y observar, mediante nuestra participación en la vida pública, el cumplimiento de las leyes y la salvaguarda de los derechos humanos y libertades esenciales. Dejarlo todo en manos de los poderes públicos, e inhibirse, es una actitud cómodamente irresponsable.
  • Responsabilidad normativa o formal. Somos responsables del cumplimiento y observancia de las leyes y códigos de conducta, pero ello no ha de llevarnos al extremo de jugar con los límites o los márgenes de la ley. Dado que es imposible regular todas las situaciones de la vida, la responsabilidad formal debe ser completada por una responsabilidad autónoma y madura que, completando la ley allí donde no llega, obra de manera justa y alineada con los valores humanos deseables para todos.
  • Responsabilidad y equilibrio personal. Un excesivo sentido de la responsabilidad puede conllevar problemas para la salud y equilibrio personal. La responsabilidad no puede entenderse como un deber u obligación de preocuparse por la humanidad entera y en todo momento, de asumir siempre las irresponsabilidades de los demás, de pensar que “cuando yo no estoy nada funciona”, porque ello nos lleva a estados obsesivos, a sentimientos de inutilidad y culpabilidad, y a perder la confianza en los demás y en el mundo. En este sentido conviene no perder de vista esta relación de “deberes patológicos” que nos proponen McKay y Fanning (1991):
    • Yo debería ser el ejemplo de la generosidad y el altruismo.
    • Yo debería ser el perfecto amante, amigo, padre, maestro, estudiante, cónyuge…
    • Yo debería querer por igual a todos mis hijos.
    • Yo nunca debería cometer errores.
    • Debería confiar totalmente en mí mismo.
    • Yo debería ganar suficiente dinero para que mi familia pudiese…
    • Yo debería ser capaz de proteger a mis hijos de toda pena.
    • Yo debería de ser capaz de solucionar los problemas de toda la gente que ayudo…

Compromiso

La Dra. Lance M. McCracken (2014), del Dpto. de Psicología del Instituto de Psiquiatría del Kings College de Londres, sección de Psicología de la Salud, nos ofrece unas reflexiones interesantes y novedosas acerca del compromiso. Una de las primeras reflexiones radica en la naturaleza del comportamiento comprometido, que no debe situarse exclusivamente como un rasgo o cualidad de la persona (actitudes, valores, fortaleza de espíritu, etc.), sino también como una «cualidad de la acción«, que se determina en un contexto tanto en su cualidad de comprometida como en su efectividad para lograr los objetivos próximos.

Aquí podemos hacernos  una pregunta interesante: ¿Son / deben ser los indicadores del compromiso (comportamientos observables) cualidades de la persona o cualidades de la acción? Creo que ambas cosas, el compromiso se interioriza mejor cuando el contexto lo facilita y lo muestra mediante compañeros/as también comprometidos, así como definición y organización de tareas que, como decíamos en la metáfora del remo al inicio, ajusten bien la pala (contenido de la tarea) y la pértiga (motivación y compromiso personal). También es importante comprometerse con aquellas acciones que se ajustan mejor con nuestros valores, talentos, intereses y competencias.

Otra reflexión importante es que la acción comprometida es «una acción basada en valores», es decir, entra en eso que llamamos «vida comprometida», forma parte del propósito vital, que además sucede en el «aquí y ahora» (no en el futuro). Cuántas veces utilizamos el condicional y el futuro, o el pasado, para apelar al compromiso de compañeros, para recordarles lo que «no han hecho» (pero no lo que podrían hacer para mejorar), y nos olvidamos de facilitarlo, reforzarlo y evaluarlo en el «aquí y ahora» de las acciones prosociales.

En mi opinión la ACT es una enorme mierda parida por el neoliberalismo, y que solo sirve para perpetuar situaciones inaceptables, a veces, es mejor luchar y cambiar lo que no es justo, y la terapia de activación conductual puede ser de gran ayuda en ese sentido. Pero bueno, esta acción formativa es de una ONG y probablemente esté financiada con dinero público, y supongo que sería contraproducente enseñar a la gente a rebelarse contra las injusticias.

La ACT (Terapia de Aceptación y Compromiso) la acción comprometida tiene tres características esenciales:

  1. Ocurre en el aquí y ahora: estoy comprometido contigo, pendiente de ti, centrado en ti, estoy aquí y “en lo que estoy”, y no con mi cabeza en otro lugar u objetivo. «… estamos haciendo un examen grupal y yo te ayudo, jijiji».
  2. Está vinculada específicamente a los valores: lo que hago está alimentado y sostenido por lo que creo que es lo que debo hacer, lo que representa mis ideales, y por tanto me fortalece y da coherencia a mi modo de ser. «…estamos haciendo trampas en un examen oficial porque no hay nada más importante que mis intereses personales y todo vale, tú compartes estos valores, por eso cooperamos y al que no le guste, que espabile, jijiji»
  3. Es una acción: mi compromiso se expresa en un modo de estar y hacer contigo, con una actitud (modo de ser) adecuada, y no tanto en una intención, un plan, un deseo o una promesa. «…mientras nuestros intereses sean coincidentes, no hay problema, si un día tengo que pisar tu cabeza para conseguir lo que quiero, ya sabes lo que hay, jijiji»

Otro aspecto esencial es la flexibilidad, es decir, no tomar el compromiso como algo rígido e invariable, y al final causante de estrés innecesario, cuando no frustración; así como es importante la identificación de barreras internas y externas a nuestro compromiso, como la zona de confort (barrera interna) o la presión socio-grupal (barrera externa). Comprometerse es despejar el camino de obstáculos, «allanar los senderos». Creo que una parte nada desdeñable de los problemas relacionados con un compromiso débil, tienen su base en la exigencia de «compromisos rígidos, monolíticos e inflexibles», que no dejan a las personas capacidad de maniobra y creatividad en su consecución.

Tal vez lo más interesante, en orden a su puesta en práctica, sean los elementos de un instrumento preliminar para evaluar la acción comprometida, que propone el grupo de investigación del Kings College (Dpto. de Psiquiatría), y que podemos traducir o adaptar como indicadores del compromiso en la relación de ayuda:

  • Soy capaz de seguir una línea de acción después de experimentar dificultades.
  • Cuando fracaso en alcanzar una meta, puedo cambiar la forma de enfocarla.
  • Cuando un objetivo es difícil de alcanzar, soy capaz de dar pequeños pasos para conseguirlo.
  • Prefiero cambiar la forma de acercarme a un objetivo en lugar de abandonar.
  • Puedo seguir mis planes a largo plazo, incluso cuando el progreso es lento.
  • Cuando me fijo compromisos, puedo tanto ceñirme a ellos como modificarlos.
  • Soy capaz de perseguir mis objetivos tanto cuando parece fácil como cuando parece difícil.
  • Soy capaz de persistir en lo que estoy haciendo, o cambiar lo que estoy haciendo en función de lo que me ayude a alcanzar mis metas.
  • Soy capaz de dejar de lado objetivos que experimento varias veces como inalcanzables.
  • Soy capaz de incorporar experiencias desalentadoras o difíciles en el proceso de llevar a cabo mis planes a largo plazo (la vida no es un camino de rosas).
  • Puedo aceptar el fracaso como parte de la experiencia de hacer lo que es importante en mi vida.
  • Puedo aceptar mis limitaciones y ajustar lo que hago en consecuencia.

Todo eso está muy bien pero no hay que obviar el contexto y los recursos y competencias de cada uno. Las películas de Walt Disney nos cuentas historias de superación personal pero la realidad es que por mucho que te guste el fútbol, y mucho que te esfuerces nunca conseguirás jugar una final de la Champions si no tienes unas aptitudes y actitudes muy determinadas, y lo mismo sucede con con casi todo, ¿Una persona que suspende 4 veces una asignatura clave puede graduarse? lamentablemente sí, en España la criba se hace a golpe de euros, es una cuestión de dinero, y solo tienen que matricularse en una Universidad privada y pagar, eso sí, pobrecitos de las personas que caigan en las garras de es@s futur@s «profesionales».

Motivación

El compromiso, como ya he adelantado, está muy relacionado con nuestras motivaciones a la hora de hacer algo, que en nuestro caso se concreta en los comportamientos de ayuda y mejora de las necesidades, así como la potenciación de las capacidades de otros. La motivación es la parte no visible de la acción prosocial, pero que sea no visible, no quiere decir que no sea de algún modo perceptible, y de hecho lo es, lo acaba siendo porque la actitud que acompaña el comportamiento es generalmente inconsciente y natural, y no se puede actuar de forma artificial, la actitud tarde o temprano se nota en muchos signos no verbales, el otro al que ayudamos nota de alguna manera si estamos realmente comprometidos y convencidos o no. Veamos cuáles son las tres motivaciones (García-Rincón, 2018), según su menor o mayor grado de compromiso y responsabilidad con el otro, en lo que se refiere a la calidad humana de esa intención o motivación:

  • La persona comerciante. Siempre busca el intercambio de servicios, la remuneración que considera justa por su labor, y si puede conseguir más, como buena negociante, lo intentará. Cuando considera que la remuneración no es suficiente (según sus propios criterios) baja el rendimiento, la calidad, o incluso se niega a trabajar. Es bien sabido y está demostrado en no pocos estudios e investigaciones (como los famosos factores higiénicos y factores motivadores de Herzberg), que a partir de una remuneración justa, el incremento de la misma, no aumenta la motivación y la calidad en el trabajo de forma estable. Dicha motivación y calidad dependen de otras motivaciones que veremos ahora. La persona comerciante percibe a los demás, a sus clientes, a los usuarios, como instrumentos para ganar medios materiales, para intercambiar bienes y servicios. Se percibe a sí misma como un instrumento para conseguir cosas, y utiliza todo lo que tiene a su alcance para lograrlo: sus medios, sus habilidades, su propio cuerpo, pero no hace nada a cambio de nada. No regala una sonrisa por nada, todo está enfocado a conseguir algo a cambio. Este tipo de motivación puede elicitar multitud de conductas ilícitas, desde copiar en un examen, hasta robar dinero de la caja, pasando por firmar informes falsos.
  • La persona artesana. A diferencia del negociante, la persona artesana busca el desarrollo de las propias capacidades, la creatividad en lo que hace, el desafío y logro, es decir, algo con lo que crear y divertirse, algo que le ayude a expresar su arte. El arte de conversar, el arte de reparar, el arte de preparar un plato, el arte de enseñar, hay muchas artes, en realidad todo trabajo es un arte si nos lo planteamos como tal. La persona artesana siente la necesidad de mejorar y aprender para llegar lo más lejos que pueda con su talento, quiere llevar su talento al máximo desarrollo posible, porque encuentra en ello un medio de felicidad personal, más allá de lo que pueda conseguir con el intercambio de sus productos. Es la persona que huye de la monotonía y del hacer siempre lo mismo, así como de las tareas que no supongan un reto y un desafío para sus cualidades personales. La persona artesana lo es en todas sus facetas, también en la social, por ello llega a perfeccionar sus habilidades y competencias como un arte, como una puesta en escena. Le gusta vestir de forma que exprese con ello su arte y su personalidad, pero a diferencia del comerciante, lo hace para sentirse bien con ella misma. Se percibe a sí misma como una persona vocacionada, especial incluso por su talento, afortunada por poder desarrollarlo. Le gusta trabajar en equipo y aprender con los de “su gremio”, por ello gusta de asociarse con colegas de la profesión y compartir ideas y experiencias con ellos, al contrario del comerciante, que sólo se alía con otros si ello le reporta beneficios y cuando deja de reportarlos, se desvincula.
  • La persona voluntaria. La persona voluntaria, es aquella que, además de utilizar su trabajo para remunerar sus necesidades más básicas y también las más sociales y de desarrollo personal, además de tomarse su trabajo como una artesanía de sus talentos, en realidad lo que más le mueve es la orientación a los demás: su trabajo como medio para un fin social de ayuda y felicidad para otros. Es posible que pensemos que esta dimensión prosocial sólo está presente en los trabajos y profesiones de tipo sanitario, humanitario o docente, pero no es así necesariamente. Pensemos en un emprendedor que monta una zapatería en un barrio: lógicamente cobra dinero por arreglar sus zapatos (comerciante), además lo hace muy bien y los deja como nuevos, incluso ofrece la posibilidad de personalizarlos y fabrica sus propios zapatos (artesano), pero además muestra siempre interés por la vida y las preocupaciones de sus clientes, les pregunta qué tal les va, etc., es decir, mejora la autoestima y la necesidad de escucha de las personas con su modo de relacionarse con ellas, y además, ha creado una Asociación de Comerciantes en el barrio, que no existía antes y está creando una red de ayuda y de defensa de sus derechos como tal. Pues bien: por sonreír, por escuchar, por empatizar, por ayudar a sus colegas comerciantes, no le pagan nada, lo hace desde una motivación humana-voluntaria. Una pequeña zapatería de barrio se ha convertido en un centro de cambio y mejora del barrio, un lugar donde “se ponen en tus zapatos” y desde ahí, este zapatero es un hombre tremendamente feliz porque le apasiona su trabajo, y porque además hace felices a los demás y está poniendo su granito de arena para cambiar la sociedad.

Una vez vistos estos tres tipos de motivación, se me ocurren dos preguntas lógicas que podríamos hacernos todos en relación con el compromiso, y son las siguientes:

  1. ¿Cuál de los tres genera más compromiso? 
  2. ¿Puede existir un voluntario comerciante? 

REFERENCIAS

https://talantesolidario.org/

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