INTRODUCCIÓN
Bandura afirma que, aun cuando sea preciso reconocer el valor de los rasgos como taxonomías descriptivas, éstos nos dicen realmente poco acerca del papel que juegan las características idiosincrásicas (la personalidad) en la determinación de la conducta, porque los factores y características personales influyen sobre la conducta en función de las características específicas de la situación y no como tendencias comportamentales aplicables indistintamente a cualquier situación.
Críticas más frecuentes al estudio de personalidad basado en el concepto de rasgo:
- Entender la personalidad como la organización del conjunto de rasgos de la persona que se expresaría en la tendencia estable a comportarse de manera similar en un amplio rango de situaciones. Esto es incapaz de dar respuesta a la paradoja de que la conducta no es tan consistente en las distintas situaciones como se predice desde el concepto de rasgo, ya que nuestra conducta varía en función de las demandas específicas de la situación, y seguimos siendo la misma persona. La propia identidad personal sigue íntegra.
- Empleo de unidades globales (los rasgos de personalidad), que son abstracciones elaboradas a partir de promedios de conducta, que no responden a ningún caso concreto, y que dan por supuesto que el rasgo significa lo mismo para cada persona y que viene definido por el mismo tipo de conductas.
- Sostener que el rasgo traduce una tendencia generalizada a comportarse de una manera semejante en la mayoría de las situaciones. El rasgo no permite predecir el comportamiento en una situación específica, es decir, hace predicciones de conducta acontextuales (aplicables a cualquier situación ya que el determinante de la conducta es la personalidad y la situación es un mero accidente sin mayor importancia).
- El rasgo describe a los individuos y tiene gran utilidad clasificatoria (taxonomía descriptiva), para identificar tendencias comportamentales promedio, pero encuentra limitaciones para predecir el comportamiento de individuos concretos (y su idiosincrasia) en circunstancias igualmente específicas.
Planteamientos socio-cognitivos:
- Conceptualización diferente de los elementos que integran la personalidad y de las interrelaciones existentes entre los mismos, que permiten hablar de personalidad como sistema.
- Delimitar el papel de la situación en la explicación de la conducta.
- Ofrecer un marco de referencia desde el que explicar y predecir la conducta individual, atendiendo a las circunstancias específicas en que en cada momento se desarrolla la conducta.
- Conjugar la evidencia de “coherencia – regularidad – predictibilidad” de la conducta con la “variabilidad y discriminabilidad” de la misma, apelando a la “capacidad discriminativa”.
El planteamiento socio-cognitivo, al contrario que en el enfoque centrado en el rasgo, parte de la convicción de que “la discriminabilidad de la conducta y la complejidad de las interacciones entre el individuo y la situación, sugieren la conveniencia de focalizarse más específicamente en el modo en que la persona elabora y maneja cada situación particular, en vez de intentar inferir los rasgos que tiene de forma general.”
CONCEPTUALIZACIÓN DE LA PERSONALIDAD
El carácter activo del ser humano define el marco de referencia desde el que entender qué es la personalidad y cómo se expresa conductualmente en cada individuo: el ser humano elige, genera, crea el escenario en que se va a desarrollar su conducta.
En este sentido, las personas difieren en la manera de categorizar las situaciones en que se encuentran, ya que interpretan y dan significado a los distintos indicios presentes. Una misma situación objetiva puede tener significados diferentes para 2 personas distintas o para la misma persona en 2 momentos diferentes.
Las variables que definen los recursos personales, desde los que la persona se enfrenta a la situación y pone en marcha el proceso dinámico que define y caracteriza cualquier manifestación de comportamiento, son:
- Capacidad de simbolización.
- Capacidad de anticipación.
- Valores, intereses, metas y proyectos vitales.
- Sentimientos, emociones y estados afectivos.
- Mecanismos y procesos autorreguladores
Elementos y Unidades Básicas Integrantes de Personalidad
Capacidad de Simbolización
El individuo en el curso de su desarrollo cognitivo y mediante experiencias de aprendizaje va adquiriendo información sobre sí mismo, su conducta, el mundo y las relaciones existentes entre estos factores. No lo hace de manera estática, sino que adquiere capacidad para generar estrategias cognitivas y conductuales, acordes con las nuevas situaciones en que en cada momento se encuentre.
Por lo tanto, las personas difieren en la competencia que poseen para construir y generar estrategias cognitivas y de conducta manifiesta y, en las estrategias concretas que ponen en juego en cada caso para hacer frente a las distintas situaciones con los recursos que poseen. En este sentido, para estudiar a la persona es más interesante saber “qué puede hacer con los recursos que posee”, más que “qué características le definen”.
Las personas difieren en la forma de codificar y agrupar la estimulación que reciben: difieren en las transformaciones cognitivas (atención selectiva, interpretación y categorización) que introducen en la estimulación, por lo que el impacto de la estimulación queda modulado por tales estrategias cognitivas.
En definitiva, los constructos personales son marcos de referencia significativos, a través de los cuales la persona categoriza los fenómenos y acontecimientos a los que se enfrenta, incluido él mismo y su conducta. Estos filtros son adaptativos y se estabilizan en el repertorio cognitivo del individuo por lo que le permiten afrontar las situaciones con éxito, prediciendo el comportamiento de los demás y anticipando consecuencias del propio comportamiento, al establecer cognitivamente el mapa de relaciones posibles entre su conducta y las circunstancias ambientales en que ésta se produce.
Manejar símbolos da gran libertad al individuo ante las demandas objetivas de la situación porque, permiten recrear el escenario de conducta, ensayar posibles estrategias de solución de problemas, tomar en consideración posibles consecuencias asociadas a conductas alternativas, recorrer toda la secuencia de contingencias necesarias para el logro de los planes y proyectos.
Esta capacidad de simbolización es la que dirige nuestra conducta, ya que rara es la vez que la propia situación está tan bien estructurada como para que todas las personas la perciban igual. La representación mental de los esquemas relacionales conducta-consecuencia explicaría que los resultados que los demás obtienen por su conducta sirvan de reforzadores de la propia conducta, o que compartamos la reacción emocional de otra persona sin pasar por su experiencia.
Este valor adaptativo de los procesos de construcción y categorización de la realidad (incluido el propio concepto de sí mismo) explicaría, por último, el carácter relativamente estable y generalizado de los mismos.
Capacidad de Anticipación
Las expectativas que el individuo posee acerca de las consecuencias previsibles para cada alternativa de respuesta posible en cada situación son las que van a determinar si se pone en marcha una conducta u otra. Esta anticipación de contingencias futuras guía la conducta y es esencial para entender la vida motivacional y emocional de los individuos. Las expectativas también explican las diferencias individuales ante una misma situación objetiva (cuando el comportamiento de una persona no coincide con lo que cabría predecir según las contingencias objetivas).
La conducta de cada persona está condicionada por la interpretación que hace de las características y los requerimientos de la situación, así como por las consecuencias que espera obtener o evitar con su conducta.
Se pueden distinguir dos tipos de expectativas: asociadas a resultados previsibles y las asociadas a estímulos.
- Expectativas vinculadas a los resultados previsibles de la conducta. Las personas cuando se enfrentan a una situación lo hacen teniendo expectativas generalizadas a partir de las consecuencias de su conducta en situaciones anteriores, que son similares, a partir de su historia personal de aprendizaje. Lo más frecuente es que esas expectativas determinen la conducta, aunque, pueden ser moduladas por la información que proporcione la situación concreta, lo que genera expectativas específicas asociadas a la situación. Cuando la situación es altamente específica o infrecuente la conducta vendrá determinada en mayor medida por las expectativas específicas estrechamente vinculadas a dicha situación. La disponibilidad y el empleo de expectativas generalizadas es muy útil, porque permiten predecir y anticipar las consecuencias previsibles de nuestra conducta, pero deben permanecer flexibles y permeables para ir incorporando los cambios en función de la información que nos pueda suministrar cada nueva situación.
- Expectativas relacionadas con las consecuencias asociadas a determinados estímulos presentes en la situación. Cuando las personas se enfrentan a una situación, lo hacen teniendo expectativas generalizadas a partir de su historia personal de aprendizaje (experiencia en situaciones similares). Estas expectativas determinan la conducta en situaciones habituales. Las expectativas generalizadas pueden ser moduladas por la información que proporcione la situación concreta, generándose así expectativas específicas asociadas a la situación, que son más comunes en situaciones infrecuentes.
La disponibilidad y el empleo de expectativas generalizadas es muy útil, pero éstas deben permanecer flexibles y permeables para ir incorporando los cambios en función de la información que nos pueda suministrar cada nueva situación.
Valores, Intereses, Metas y Procesos Vitales
Otro determinante importante de la conducta concreta que el individuo desarrolla en cada caso es el valor que cada uno concede a las consecuencias de su conducta y a los acontecimientos a los que se enfrenta. El carácter positivo o negativo que las personas les asignan depende de la capacidad de los acontecimientos para inducir estados emocionales positivos o negativos, es decir, de su valor funcional como refuerzo o incentivo.
Para entender el motivo por el que elegimos una conducta y no otra, tenemos que considerar cuáles son los intereses y preferencias, objetivos, metas y proyectos vitales que pretendemos lograr y satisfacer con la forma de conducta elegida. Estos factores motivacionales explican por qué 2 personas con idénticas expectativas en una misma situación, se comportan de manera diferente. Este entramado motivacional influye y condiciona la manera en que la persona percibe, interpreta y valora la realidad, los objetivos que se propone, las estrategias que empleará para lograr tales objetivos y el modo en que hará frente a los obstáculos y dificultades que pueden interponerse en su esfuerzo por alcanzar las metas propuestas.
Sentimientos, Emociones y Estados Afectivos
El estado emocional actúa como filtro de la información que se procesa sobre el entorno y sobre sí mismo. Si la persona tiene un estado emocional negativo es esperable que perciba mayor amenaza de la situación, que experimente menor competencia y que realice conductas menos eficaces y adaptativas. La emocionalidad positiva, el sentirse comprometido con las actividades y el optimismo en la vida potencia el bienestar personal y social.
Mecanismos y Procesos Autorreguladores
La conducta está guiada en su mayor parte por mecanismos de autorregulación que por estímulos externos (salvo en ocasiones donde la fuerza de factores externos es tan intensa que el individuo se siente incapaz para encauzar su conducta por vías diferentes a las que cabría predecir a partir del simple conocimiento de la naturaleza de los factores externos).
Los procesos de autorregulación consisten en la elaboración o incorporación de un conjunto de reglas de contingencia que dirigen su conducta en ausencia, y a veces pese a, presiones situacionales externas inmediatas. Tales reglas especifican qué tipo de conducta es más apropiada en función de las demandas de cada situación concreta, los niveles de ejecución que la conducta debe lograr, y las consecuencias del logro o fracaso en alcanzar tales estándares de conducta (niveles de ejecución trazados o propuestos por el propio individuo).
Personalidad como Sistema
Las personas difieren en:
- El contenido de los procesos psicológicos que hemos identificado como “unidades básicas de personalidad”, que condicionan el modo en que cada uno se posiciona ante las situaciones de su realidad cotidiana.
- El tipo de situaciones y circunstancias en que tales unidades se activan, así como la facilidad con que se activan en las circunstancias apropiadas (Ej: circunstancias en las que existe congruencia o convergencia entre características que definen a la personas y características que definen la situación).
- En el sistema organizado de interrelaciones entre tales procesos psicológicos, desde el que el individuo se enfrenta a las demandas de la situación, dando lugar a perfiles idiosincrásicos de conducta estables y predecibles.
Desde esta perspectiva es importante conocer:
- Cómo la persona percibe la situación (amenazante, placentera, controlable…).
- Qué tipo de expectativas se activan en tales circunstancias.
- Cómo valora sus recursos y competencias para hacerle frente con unas connotaciones específicas.
- Cómo reacciona emocionalmente.
- Qué objetivos e intereses defiende y en qué medida las alternativas de las que cree disponer en dicho contexto le permiten avanzar de la manera más eficaz en los proyectos vitales, para entender mejor la conducta, la cual es el resultado de la ponderación conjunta de estos factores.
NO debe entenderse la secuencia global de conducta como un encadenamiento de fases o compartimentos estancos, sino como un entramado dinámico en el que los distintos procesos que configuran las “unidades de análisis de la personalidad” están continuamente interaccionando recíprocamente entre sí y con las características de la situación, y que va cambiando precisamente como efecto del mismo proceso de interacción y afrontamiento, de forma que el modo en que percibimos y valoramos la realidad y a nosotros mismos va cambiando en función de los resultados (positivos/negativos/neutros) que vamos alcanzando con nuestra conducta.
Unidades Globales versus Contextuales
Cuando calificamos a una persona con un determinado rasgo de personalidad (extraversión) nos basamos en la frecuencia o intensidad medias con la que presenta determinadas formas de conducta (indicadoras del rasgo), en la muestra de situaciones en que hemos observado su conducta. Este procedimiento es congruente con que la conducta es estable, así como la estructura de personalidad de la que es expresión.
El problema está en que la conducta no es tan estable como para justificar que la tendencia media de comportamiento refleja realmente su especificidad en diversas situaciones. El aspecto más definitorio y distintivo de cada persona es el modo peculiar en que se enfrenta a cada situación. Por tanto, podemos tener a dos personas con el mismo nivel de rasgo y que difieran en:
- El modo de responder a las distintas situaciones.
- El perfil que muestran sus conductas en el rango de situaciones que estemos considerando.
- La estabilidad con que presentan tales perfiles peculiares y distintivo.
Usar categorías globales (rasgos) nos orienta para conocer la posición relativa de un individuo en relación con su grupo normativo, pero nos dice muy poco de su conducta ante situaciones concretas. Para explicar la conducta individual en contextos específicos, debemos conocer:
- Características y procesos que caracterizan el mundo psicológico del individuo.
- Interrelaciones y organización de las características y procesos.
- Modo en que, desde esta organización, hace frente a las demandas de cada situación.
Las características de la situación así como sus requerimientos activan unos procesos, inhiben otros y dejan sin afectar otros y, a su vez, el resultado de esta interacción altera tanto los procesos y dinámica (el sistema global) existente en el individuo, como la propia situación, creándose un nuevo escenario “Persona x Situación” desde el que entender los movimientos y el fluir de la conducta (Ej. Para el rasgo“impulsividad”: este rasgo nos permitirá conocer en qué grado la persona es más o menos impulsiva que otras personas y anticipa que el individuo tenderá a desarrollar formas de conducta impulsiva, pero lo que no predice es en qué circunstancias mostrará su impulsividad).
La conducta es un conjunto de características del individuo y de la situación, por lo que, tanto la persona como la situación se ven modificadas al mismo tiempo por la conducta desarrollada. Ni la persona ni la situación siguen siendo las mismas tras cada momento de conducta (hay un flujo constante de interrelación persona – ambiente para hacer frente a la situación). Hay que encontrar el modo de satisfacer, al mismo tiempo, las demandas de la situación y nuestros objetivos y proyectos.
Personalidad como Disposición de Conducta
El valor de la personalidad como disposición de conducta se mantiene tanto en las teorías de rasgo, como en los planteamientos sociocognitivos, aunque el término «disposición» se entiende de forma diferente:
- Teorías de Rasgo. Personalidad se entiende como disposición de conducta “consistente” en distintas situaciones, es decir, NO se concede importancia al contexto específico. Se defiende que la observación de la conducta (consistente y estable) nos permite identificar los rasgos y la estructura de personalidad.
- Planteamientos sociocognitivos. Personalidad se entiende como disposición de conducta cuya tendencia se refleja en la propensión a presentar patrones “discriminativos” estables situación-conducta por lo que, la conducta presentará variabilidad en consonancia con las demandas de la situación (se hablará entonces de coherencia, más q de consistencia). Aquí se sostiene que la observación de los patrones nos permite identificar el sistema dinámico de interrelaciones que existe entre los procesos psicológicos, los cuales constituyen los elementos estructurales básicos de la personalidad.
Se activa en respuesta a las características de la situación y se manifiesta en el modo “característico y distintivo” con el que cada persona se enfrenta a sus circunstancias y negocia la respuesta más adaptativa, es decir, la que permita alcanzar mayor equilibrio entre las demandas de la situación y sus competencias y recursos conductuales.
Ejemplos de Investigación
Dinámica relacional entre factores personales y situacionales
Mendoza y cols. (1997). Analizaron el tipo de cogniciones y emociones que diferenciaban a aquellas personas que estuvieron de acuerdo o en desacuerdo con el veredicto dictado en el proceso judicial con O.J. Simpson (jugador de fútbol americano, de color, acusado de haber asesinado a su esposa y tras un largo y complejo proceso judicial fue declarado no culpable).
Resultados:
- La situación global considerada (juicio y veredicto), aun siendo la misma objetivamente para todos los sujetos, activó creencias, valores y sentimientos (unidades cognitivo-afectivas expresadas en las diversas opiniones) diferentes en unos sujetos y otros, suscitando reacciones emocionales igualmente diferenciadas y que, a la postre, llevaron a unos sujetos a mostrarse de acuerdo con el veredicto y a otros en desacuerdo.
- La consideración de las intercorrelaciones entre estos elementos
cognitivos, afectivos y emocionales manifestó un sistema de relaciones peculiar
y distintivo de quienes apoyaban o rechazaban la resolución del proceso.
- De acuerdo: Convencidos de que la evidencia disponible era muy cuestionable y creían que la policía era racista; “Se procesó a Simpson porque es negro”, “El jurado ha sido muy valiente y honesto”, “se ha hecho justicia”. Todo esto llevó al convencimiento de que el veredicto había sido correcto, por lo que se sentían satisfechos y contentos. Todos los elementos anteriores correlacionaban positivamente (sugiriendo mutua activación), pero negativamente correlacionados con frases tipo “Simpson era agresivo” “Puede comprar la libertad con dinero” (relaciones inhibitorias entre uno y otro conjunto de elementos cognitivo-afectivos).
- En desacuerdo: Presentaban estructura de interrelaciones activadoras e inhibitorias entre estos elementos cognitivo-afectivos y su repercusión emocional, opuesta a la anterior; “No se había tenido en cuenta la abrumadora evidencia contra Simpson” “El jurado no había sido muy competente”, todo ello en consecuencia, los llevaba a creer que el veredicto había sido incorrecto y se sentían tristes y enfadados.
Interrelaciones recíprocas entre persona, situación y conducta
Downey y cols. (1998). Analizaron:
- Papel que determinados procesos psicológicos juegan como facilitadores del desarrollo de conducta hostil.
- Circunstancias en que tal asociación se establece.
- Cómo la propia reacción hostil propicia la creación de un nuevo escenario de conducta que va a reforzar la actuación de los procesos psicológicos desde los que se inició la secuencia conductual.
Hipótesis general. El modo en que uno percibe la situación activa una serie de expectativas, emociones y sentimientos, que pueden desencadenar conductas que, a su vez, crean situaciones congruentes con dichas expectativas, emociones y sentimientos. De esta forma se abre un nuevo ciclo reactivo que reforzaría el modo en que se interpretan las circunstancias que nos rodean y la manera de reaccionar ante las mismas. La hipótesis recoge el proceso continuo de interacción recíproca entre “Procesos Psicológicos” &” Variables de la Situación” &” Conducta”. En esta hipótesis está la base de la “Profecía Autocumplida”[1].
Hipótesis específica de Downey cols.Las personas que perciben una situación, inicialmente neutra como de “rechazo”, ponen en marcha conductas hostiles que crean una auténtica situación de rechazo, reforzando la creencia y percepción que tenían de la situación inicial. Para ello, se contrasta el comportamiento de sujetos que diferían en el grado de rechazo que percibían en una situación de interacción, con otra persona (concretamente, modo en que los miembros de las parejas analizaban y discutían sobre tópicos que habían identificado como conflictivos en sus relaciones) y las consecuencias que tal comportamiento generó.
Resultados:
- Antes de la situación de la discusión sobre los tópicos propuestos, NO había diferencias en el nivel de enfado.
- El Nivel de enfado difería tras la situación de discusión. La pareja de aquellos sujetos que percibían rechazo en la situación aumentaban su nivel de enfado, mientras la de quienes percibían la situación de manera más relajada parecía mejorar su estado de ánimo.
- El análisis de la conducta desplegada durante la fase de discusión manifestó que los sujetos de la condición “rechazo” desarrollaron mayor cantidad de conducta negativa (tono agresivo, negar responsabilidades.), que los sujetos en la condición “no agresivo”.
Para estudiar el proceso en su conjunto, se analizaron:
- Interrelaciones entre percepción de rechazo, o no.
- Conducta desplegada durante la fase de discusión.
- Consecuencias (nivel de enfado tras la discusión).
Esto permitió identificar el proceso
dinámico que se desarrolló en el curso de la secuencia de conducta y el
peso que cada elemento (percepción de rechazo y conducta desplegada en la
“discusión”) tenía a la hora de explicar la nueva situación creada.
Resultados: La “Percepción Inicial de rechazo” tiene escasa influencia directa sobre las consecuencias, pero ejerce una significativa influencia indirecta, al incidir directamente sobre el desarrollo de conducta negativa en la discusión, que, a su vez, conduce de manera directa a las consecuencias.
Los resultados de este estudio ponen de manifiesto como:
- A partir de un patrón similar de interrelaciones entre los distintos elementos de la secuencia conductual, las personas pueden diferir en los resultados que alcanza su conducta, según el modo en que valoren y perciban el contexto de interacción con la otra persona y el modo de reaccionar a tal valoración.
- Si uno interpreta la conducta de otro como indicativa de rechazo, uno reacciona agresivamente y el otro nos responde con conductas que efectivamente suponen rechazo, por lo que nuestra percepción y expectativas iniciales se ven reforzadas (espiral de deterioro de las relaciones con la otra persona).
- Si en la misma situación uno no se siente rechazado, al enfrentarse conjuntamente a un problema (discusión sobre una situación conflictiva de interés para ambos), puede tomarse como una oportunidad para buscar una solución constructiva y satisfactoria para ambos, facilitando un clima de colaboración y apoyo.
Congruencia personalidad-situación
El término «contextualización» se refiere a la interrelación entre la personalidad y las características específicas de la situación, pero solo aquella situación congruente con la naturaleza de la disposición de personalidad en las que la persona ve una oportunidad para desarrollar sus competencias y hacer realidad sus proyectos.
Orom y Cervone (2009). Estudiaron el efecto que mostraban los sujetos en distintas situaciones sociales sobre la autoeficacia, en función del grado de congruencia existente entre las características de la situación y atributos personales que el sujeto identificaba como definitorios de su personalidad.
Hipótesis: los sujetos mostrarían altos niveles de autoeficacia para actuar en situaciones que juzgaban como relevantes para características personales positivas definitorias de su personalidad (fortalezas) y bajos para aquellas negativas (debilidades); tales diferencias desaparecerían en situaciones que los sujetos percibían de gran relevancia para características de personalidad, positivas y negativas, pero que no les definían a ellos mismos.
Procedimiento ideográfico[2] de evaluación empleado, para cada sujeto:
- Señalar la característica positiva y negativa más definitoria de su personalidad junto a otras dos, positiva y negativa, que no le describían en absoluto.
- Evaluar el grado, trabajando con situaciones de carácter social, en que cada característica era relevante para explicar la conducta en cada una de tales situaciones.
- Valorar el grado en que se creía capaz (nivel de autoeficacia) de llevar a cabo determinada conducta en las situaciones evaluadas previamente.
Resultados:
- El nivel de autoeficacia con que se perciben los sujetos para llevar a cabo la conducta difiere significativamente, según la situación esté relacionada con características positivas o negativas, definitorias de sí mismos.
- Dicha diferencia NO se encuentra cuando la situación se asocia con características personales, positivas y negativas, que el sujeto NO considera descriptivas y definitorias de su propia personalidad.
Estos datos refuerzan la idea de que cualquier manifestación de conducta es expresión de la interrelación entre aspectos del individuo y características de la situación. Esta interrelación es eficaz para determinar una u otra forma de comportamiento, cuando en la situación hay elementos apropiados para activar y facilitar la expresión de la potencialidad de conducta que constituye esencialmente la personalidad.
EXPLICACIÓN DE LA CONDUCTA
Coherencia Comportamental
La estabilidad de la personalidad no siempre se traduce en estabilidad comportamental: nos comportamos diferente de un momento a otro y de una situación a otra, aunque, paradójicamente, seguimos aceptando las expresiones comportamentales como propias y los demás siguen reconociéndonos. Para hacernos a la idea del alcance de esto, bastará tener presente tres datos:
- El mismo concepto de personalidad se asienta sobre la existencia de continuidad en la conducta (patrones regulares de conducta), en base a los cuales se define característica y diferencialmente a cada individuo.
- La existencia de regularidad y continuidad comportamental es un factor decisivo para el desarrollo y mantenimiento del sentimiento de propia identidad. Uno se define a sí mismo a partir de la observación de su conducta en diferentes momentos y situaciones por lo que se necesita establecer nexos de continuidad entre las distintas manifestaciones conductuales para crear una imagen armónica de sí mismo.
- La existencia de patrones regulares de conducta es importante para anticipar y predecir la propia conducta y la de los demás, propiciando el desarrollo de conducta adaptativa.
Nadie duda que su conducta es en gran medida reflejo de su modo de ser, de su personalidad. La confusión surge desde la psicología de rasgos, que asume que la personalidad es un conjunto de tendencias generalizadas de conducta, independientes del contexto. Desde los planteamientos sociocognitivos, la personalidad se identifica esencialmente por el dinámico sistema de interrelaciones entre procesos psicológicos y factores ambientales. Desde esta perspectiva no debería sorprender la variabilidad conductual: precisamente, lo que define la conducta de un individuo es la presencia de perfiles estables de covariación situación-conducta, cuyo conocimiento nos permite predecir la conducta en términos de relaciones de contingencia, que identifican las condiciones y circunstancias en que es más probable la ocurrencia de uno u otro tipo de conducta.
Ejemplo: Una persona A mostrará la conducta X en una situación, mientras que en otra situación mostrará la conducta Z.
La observación del patrón de relaciones de contingencia situación-conducta, que hace que la persona ponga en marcha la respuesta que crea más adaptativa nos permite conocer la dinámica de interrelaciones entre procesos cognitivos, afectivos y motivacionales, que configura su personalidad. Estas relaciones de contingencia identifican la relación de codependencia entre características de la situación, contexto o circunstancias en que se encuentra la persona y la forma específica de conducta con que responde a las mismas. La presencia de contingencia puede expresarse mediante expresiones conectivas (“en orden a.…” “porque…” “siempre que … entonces”) que establecen asociación entre conducta-situación externa, o entre conducta-situación/estado interno.
El comportamiento es discriminativo y cambia en función del modo en que el individuo:
- Perciba la situación.
- Valore sus recursos para hacerle frente.
- Pondere las consecuencias esperables de las alternativas de respuesta con las que cuenta.
Finalmente, la conducta puede cambiar en función de la decisión que tome la persona acerca del tipo específico de conducta que espera le proporcionará el mayor ajuste posible entre sus competencias, necesidades, valores y proyectos, por una parte, y las demandas de la situación, por otra.
Diremos que la conducta es coherente, en la medida en que siempre responde a la interacción que en cada ocasión y circunstancia se establece entre características del individuo y requerimientos específicos de la situación. (Ej.: una persona se comportará de manera similar en varias ocasiones si el balance persona-situación es semejante y la conducta cambiará si el balance persona-situación es diferente o cambian los elementos que entran en interacción).
Si observáramos la conducta de una persona durante un largo tiempo, veríamos que su comportamiento muestra un patrón de estabilidad y variabilidad que es coherente; cuya lógica interna y coherencia encontraremos analizando las características de la situación y los recursos que pone en juego en cada caso. Así, por ejemplo, si un individuo se caracteriza por “reaccionar agresivamente cuando se siente amenazado”:
- Cabría esperar que su conducta sea consistentemente agresiva siempre que se sienta amenazado, pero de igual modo y apoyándonos en la misma proposición, se entenderá que no se comporte agresivamente en aquellas otras ocasiones en que no se sienta amenazado.
De esta forma, podemos decir que su conducta muestra coherencia, aunque varíe de unas ocasiones a otras.
Implicaciones para el Conocimiento de la Personalidad
La observación sistemática del patrón de estabilidad y cambio que caracteriza la conducta de una persona nos permite conocer más profundamente el sistema de interrelaciones entre procesos psicológicos que define su personalidad, que si nos basásemos sólo en la tendencia media de conducta en una muestra de situaciones.
Por ejemplo, dos personas con igual promedio de conducta (desde los supuestos de la psicología de rasgos, nos llevaría a calificarla con igual nivel en el rasgo de personalidad correspondiente a esa conducta) pueden diferir en frecuencia o intensidad con que la realizan en distintas situaciones. Por tanto, pese a ser iguales en términos de rasgo, ambas se comportan de manera claramente diferente.
La figura 9.4 representa los perfiles de conducta hipotéticos de dos personas, así como el perfil medio del grupo normativo de referencia, y pone de manifiesto que lo que diferencia a una persona de otra no es la tendencia promedio de respuesta (la puntuación media de ambos es idéntica), sino el patrón de relaciones situación-conducta que caracteriza a cada una. Así, puede apreciarse cómo difieren de manera significativa en el tipo de situaciones que activa su conducta, presumiblemente porque las perciben y valoran de manera diferente.
Por otro lado, puede observarse que en la conducta de ambos sujetos existe un hilo conductor, coherencia, que se refleja en el hecho de que la conducta se presenta en aquellas situaciones funcionalmente similares; este es el caso de las situaciones A1 (entrevista importante de empleo) y A2 (dar una conferencia ante personas que no conoce), por una parte, y C1 (esperando a someterse a una intervención quirúrgica) y C2 (ser tomado como rehén en un atraco), por otra.
Una misma conducta puede tener significados distintos en función
del contexto en que se presenta. La observación de los cambios de conducta
(activadoras vs inhibidoras) según la situación, puede permitirnos identificar
qué procesos psicológicos están implicados en cada caso, qué busca satisfacer el
sujeto, cómo percibe la situación, a qué configuración estimular está
respondiendo. A partir de esta evidencia, podríamos predecir ante qué
situaciones se presentará en el futuro la conducta estudiada. En cambio, si
tomáramos como base el promedio observado de la conducta, la probabilidad de
predicción acertada disminuiría mucho.
Implicaciones Predictivas y Adaptativas
Observar sistemáticamente la conducta en un rango amplio de situaciones posibilita hacer predicciones de la conducta individual en situaciones específicas si, dicha observación, nos permite conocer el perfil estable interactivo que el individuo desarrolla:
- Predicciones contextualizadas. En las que el análisis y predicción de la conducta siempre se hace tomando en cuenta el contexto en que tiene lugar la conducta. El individuo se le ha categorizado en base a su perfil estable interactivo, expresado en relaciones de contingencia «situación… conducta».
- Predicciones descontextualizadas. Dónde se atribuye al sujeto un determinado nivel de rasgo, siempre reflejan promedios de conducta y NO la conducta concreta en cada situación específica.
Analizar discriminativamente y valorar la conducta en términos condicionales (situación-conducta) y contextuales aporta unas claras ventajas adaptativas:
- Flexibilidad a la hora de interpretar la conducta.
- Nos hace ser más comprensivos, ya que nos aporta una visión más realista y equilibrada de la conducta y sus circunstancias.
- Nos permite anticipar acontecimientos futuros con mayor relativismo y ponderando con realismo todas las posibles contingencias.
Por ejemplo, se reacciona emocionalmente más intensamente, si la experiencia negativa se interpreta debida a alguna característica propia, difícil de cambiar (pensar que se es un inútil), que si se tienen en cuenta las circunstancias en las que se ha producido el fracaso (suspendí porque me dolía la cabeza).
¿Inconsistencia o Facilidad Discriminativa?
El análisis de la conducta como esfuerzo adaptativo en respuesta a las cambiantes demandas de la situación: Nos permite dar una respuesta a la aparente contradicción existente entre:
- La variabilidad observable en la conducta individual.
- La sensación de que, por encima de la variabilidad, el estilo de comportamiento que nos caracteriza a cada uno tiene coherencia interna.
Al observar nuestra conducta o la de otros, podemos detectar ciertos elementos comunes que introducen cierto orden a través de la variabilidad existente en el comportamiento en situaciones y momentos diferentes. Detectar este orden es lo que permite mantener una imagen continua de nosotros y de los otros y anticipar conductas futuras.
La aparente discrepancia variabilidad conductual-percepción de coherencia, se plantea sólo si la conducta se entiende como expresión de predisposiciones de conducta generalizadas y estables existentes en el individuo (Teoría de Rasgos). En este caso, percibir coherencia en la conducta es correcto y percibir variabilidad (falta de consistencia) se debería a problemas metodológicos, sesgos en la observación de conducta, etc. Tal discrepancia desaparece si entendemos la conducta como reflejo del estilo peculiar con el que las personas hacen frente a las situaciones, lo que define y caracteriza a las personas es un sistema organizado de competencias, potencial de conducta y procesos psicológicos estrechamente interrelacionados, que se activan diferencialmente según los requerimientos de la situación a la que uno se enfrenta en cada momento.
Desde la perspectiva sociocognitiva, la variabilidad conductual es expresión genuina de la constante interrelación codependiente individuo-requerimientos situacionales. Los cambios situacionales que se observan en la conducta NO deben entenderse como muestra de inconsistencia, sino como indicadores de la capacidad discriminativa con la que el ser humano dirige y regula su conducta. Así, la variabilidad en la conducta debe entenderse como expresión del esfuerzo adaptativo que realiza la persona. Prestar atención a las demandas de la situación en que se encuentre la persona y buscar la respuesta que posibilite el mejor equilibrio recursos personales-exigencias de la situación.
Una vez reconocidos los cambios conductuales, ¿Cómo explicar que tengamos la sensación de coherencia en nuestra conducta? Hay que tener en cuenta:
- El sistema de interrelaciones entre los elementos que configuran la personalidad se va estabilizando en el desarrollo vital de la persona por lo que, se van estableciendo patrones más estables de activación e inhibición entre estos elementos, facilitando así la creciente estabilidad con que percibimos y reaccionamos a las situaciones y problemas de nuestra vida.
- Las personas se enfrentan a una situación en función de la recreación que hacen de la misma al percibirla y valorarla sirviéndose de una serie limitada de criterios, que determinan que diversas situaciones compartan algunos criterios, convirtiéndose de esta forma en funcionalmente equivalentes.
Considerar estos aspectos permitirá detectar que nuestra conducta ciertamente o cambia drásticamente o lo hace de manera insignificante, pero lo que está claro es que estos cambios no se producen de manera errática o aleatoria.
La observación y conocimiento del perfil discriminativo que describe el estilo peculiar con el que cada uno intenta responder adaptativamente a los problemas que se le presentan, son la base sobre la que se asienta la percepción de coherencia en nuestra conducta. De igual modo, la coherencia es lo que hace posible predecir el comportamiento del individuo en situaciones específicas, ante qué características de la situación se activan unos procesos psicológicos y no otros….
Igual que hablamos de situaciones funcionalmente equivalentes debemos hablar de conductas funcionalmente equivalentes.
¿ES POSIBLE LA INTEGRACIÓN?: PERSPECTIVAS FUTURAS
En psicología de la personalidad ha sido más la tendencia a la confrontación de teorías que a la integración.
Dicha tendencia se mantiene en la actualidad, aunque se han reducido el número de micro teorías. Hoy día disponemos de 2 marcos de referencia:
- Las teorías de rasgos (o disposicionales, estructurales o centradas en la variable), en que la personalidad es definida como el conjunto de predisposiciones de conducta existentes en el individuo, que se manifiestan de forma estable y consistente.
- Las teorías sociocognitivas (o sociocognitivo-afectivas, acercamientos interaccionistas, teorías basadas en el análisis de los procesos de interrelación dinámica, o teorías centradas en la persona), en que la personalidad se define como un sistema integrado por variables y procesos psicológicos que, en constante y recíproca interacción con la situación en que se desarrolla la conducta, genera patrones discriminativos de conducta coherentes y predecibles.
En los últimos años se han formulado propuestas interesantes y prometedoras para la integración, como las que sugieren elaborar tipologías basadas en procesos y perfiles de conducta, o las exploran las interrelaciones entre aspectos estructurales y dinámicos como vía para mejorar el entendimiento de la naturaleza de la personalidad, su desarrollo y expresión en patrones coherentes de conducta.
Acercamiento Tipológico
Cada individuo se caracteriza por una configuración única de las variables personales. Por lo tanto, estudiar e identificar la personalidad de un sujeto supone concentrarse en la configuración y organización peculiar de sus variables y procesos psicológicos, como unidades básicas de personalidad.
El análisis ideográfico no impide elaborar tipologías, las cuales se realizan a partir de la agrupación de individuos que comparten igual o similar configuración de variables personales, lo que, en interacción con el contexto, se traduciría en similares perfiles de conducta discriminativa. Lo que diferencia a estos prototipos de los expresados tradicionalmente mediante rasgos (basados en promedios de conducta acontextuales) radica en que éstos se basan en la observación de perfiles estables de covariación contingente situación conducta, que permite recoger la idiosincrasia tanto del individuo como de la situación.
En este sentido, las características de personalidad que definen cada «tipo», identifican una «configuración única» de atributos, posibilitando así el acercamiento a la «unicidad» de la persona, reconociendo al mismo tiempo los aspectos comunes a todos los individuos. Así, el enfoque tipológico se sostiene en que cada individuo es en parte único, pero también en parte parecido a otros individuos.
Robins y col. (1996), decían: “el acercamiento tipológico identifica categorías de individuos basadas en la particular configuración de las características que les definen propiciando un punto de unión entre la investigación centrada en las VV (acercamiento de rasgos) y la centrada en la persona (planteamiento sociocognitivo). Sólo mediante la combinación de ambos acercamientos la psicología de la personalidad logrará su objetivo: prestar atención al carácter único de la persona, reconociendo al mismo tiempo las comunalidades existentes entre los individuos”
Interacción Rasgos-Procesos Psicológicos.
Otra vía de integración pasaría por la reconceptualización del rasgo de personalidad para centrarse en el estudio de la interacción recíproca existente entre elementos estructurales (como los rasgos), y la dinámica de interrelaciones entre competencias, procesos psicológicos y variables contextuales.
Cuando calificamos a alguien con un determinado rasgo, estamos indicando que en el pasado hemos observado que esa persona ha mostrado de manera consistente, en situaciones y momentos diversos, un determinado estilo de conducta, que resumimos en el concepto de rasgo que le estamos aplicando. Pero ese estilo de conducta no se debe al rasgo, se debe a la acción coordinada de una serie de competencias y procesos psicológicos, recíprocamente interrelacionados, que se activan diferencialmente en función de las características del contexto interno (Estado emocional) o externo en que se encuentra uno en cada momento.
El proceso dinámico que subyace a las distintas formas de conducta se va consolidando y estabilizando a lo largo del desarrollo, reflejándose en los crecientes niveles de coherencia y estabilidad que observamos al comportamiento, paralelo al crecimiento biológico, personal y social. Luego, cuando calificamos a alguien con un determinado rasgo, estamos resumiendo su estilo habitual de conducta y recogiendo la dinámica de interrelaciones entre persona- contexto, origen y causa efectiva de la conducta, que al estabilizarse se refleja en patrones estables y coherentes.
El rasgo representaría la cristalización del entramado dinámico de interrelaciones existente entre competencias, recursos y procesos psicológicos, q, activado diferencialmente por características relevantes de la situación, se refleja en formas de comportamiento estables y coherente. En la práctica, esto supone incluir los patrones estables de interacción situación-conducta definitorios de la conducta individual. Los rasgos y perfiles estables de variabilidad situación-conducta podrían ser facetas complementarias estables del funcionamiento de la personalidad.
A partir de aquí, la investigación debería prestar más atención al estudio de la “integración”, pues tanto las “estructuras” como los “procesos” son elementos que se relacionan, influyen y codeterminan recíprocamente, siendo a la vez causa y efecto el uno del otro.
RESUMEN Y CONCLUSIONES
En este capítulo se recogen las siguientes ideas:
- A partir del reconocimiento del carácter activo del ser humano, el acercamiento sociocognitivo hace énfasis en la naturaleza sistémica de la personalidad, integrada por un conjunto dinámicamente interrelacionado de capacidades, recursos y procesos cognitivos, afectivos, motivacionales y autorreguladores, desde los que el individuo en un proceso constante de interacción recíproca con las diversas situaciones que le rodean en cada momento dirige su comportamiento.
- Este proceso continuo de interacción dinámica recíproca entre los recursos que configuran la personalidad y entre esta y las peculiares características de las circunstancias en que en cada momento se desarrolla la conducta, se refleja en perfiles idiosincrásicos de comportamiento situación-conducta que vienen a constituir la auténtica seña de identidad de la personalidad de cada individuo.
- Desde esta perspectiva se entiende que las personas pueden diferir en el contenido de los elementos básicos integrantes de la personalidad; en el tipo de situaciones ante las que estos elementos se activan o inhiben en un dinámico proceso de interacciones recíprocas; en la naturaleza y configuración de estos procesos de interacción entre los recursos personales, por un lado, y entre estos y las características de la situación, por otro; en el modo en que peculiarmente responden a las demandas situacionales; y, finalmente, en el grado de estabilidad del perfil de comportamiento que caracteriza a cada uno.
- En este contexto, parece claro que el entendimiento del peculiar estilo de comportamiento que define y caracteriza a cada persona, pasa por el reconocimiento de la naturaleza contextual de la conducta y de la interrelación recíproca continua entre los recursos personales y las específicas características de la situación; la conducta se da en un contexto específico y es manifestación del esfuerzo adaptativo del individuo para satisfacer sus necesidades y objetivos de comportamiento teniendo en cuenta al mismo tiempo las demandas y requerimientos de la situación concreta a la que se enfrenta en cada momento.
- La predicción de la conducta individual se verá facilitada en la medida en que conozcamos el peculiar entramado de recursos y potencialidades de conducta propios de cada individuo, las características definitorias del contexto de conducta y el perfil de comportamiento que caracteriza el modo idiosincrásico con el que el individuo suele responder a tales demandas situacionales.
- A lo largo del capítulo se ha hecho constante referencia a los supuestos defendidos en las teorías de rasgos para hacer énfasis en las aportaciones diferenciales que se hacen desde los planteamientos sociocognitivos; ello podría haber suscitado la sospecha de que ambos marcos teóricos son incompatibles e irreconciliables, como si de dos psicologías de la personalidad se tratara. No es esa, sin embargo, la idea que se desea transmitir, más bien se ofrecen sugerencias de posibles vías de integración y/o complementación que, aunque aún han sido insuficientemente exploradas, bien podrían constituir líneas de discusión teórica e investigación en los próximos años.
GLOSARIO
- Coherencia conductual. Patrón discriminativo estable de covariación situación-conducta observable en el repertorio de conducta característico de cada individuo, pese a los cambios fenoménicos que pueda presentar su conducta en distintas situaciones o momentos temporales diversos.
- Consistencia conductual. Igualdad de conducta en diversas situaciones y momentos temporales.
- Contextualización conductual. Entendimiento de la conducta como expresión de la interrelación entre personalidad y características de la situación.
- Perfil comportamental. Patrón o estilo relativamente estable que caracteriza el repertorio de conducta de un individuo.
- Relación de contingencia. Relación de codependencia entre características de la situación y la forma de conducta con que se responde a la misma.
REFERENCIAS
- Resumen Jovana RN (2017-18)
- Resumen NESS Uned (2015-16)
- Bermúdez Moreno, J., & e-libro, C. (2011). Psicología de la personalidad (1® ed.). Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.
- UNED aLF
[1] Profecía autocumplida: el modo en que uno percibe una situación activa expectativas, emociones y sentimientos que pueden desencadenar conductas que, a su vez, crean situaciones congruentes con las expectativas y creencias iniciales, abriendo así un ciclo reactivo que podría llevar a reforzar el modo en que se interpretan las circunstancias que nos rodean y la manera en que se reacciona a las mismas. Por ejemplo, las personas que perciben una situación inicialmente neutra como de «rechazo», pueden poner en marcha conductas hostiles que ayudan a crear una nueva situación auténticamente de rechazo, reforzando, de este modo, la creencia y percepción que tenían de la situación inicial.
[2] Una primera aproximación al concepto de ideográfica parte del campo de investigación científica y se trata de estudios dedicados a la comprensión de las particularidades individuales y únicas de los objetos de estudio (M.T. Sirvent 1991).