INTRODUCCIÓN
A lo largo de nuestra vida nos
encontramos con acontecimientos, dificultades y pormenores, ante los que nos
podemos sentir más o menos desbordados. Nuestra respuesta dependerá de la
relevancia que atribuyamos a esos sucesos en relación con nuestro bienestar, y
de la percepción que tengamos de nuestra capacidad para hacerles frente. En
este contexto es donde se generan los procesos de estrés.
Las dos formas básicas de
reaccionar ante el estrés son:
- Orientado hacia el suceso estresante para modificarlo, reducirlo o eliminarlo.
- Orientado hacia la persona, para manejar el malestar emocional que el suceso le está
ocasionando.
Si estas actuaciones cumplen su
función y generan consecuencias positivas en el individuo, podemos hablar de
una respuesta adaptativa.
Sin embargo, la adaptación no se
relaciona exclusivamente con los procesos de estrés y afrontamiento, sino que
también implica otros mecanismos de autorregulación. La persona debe ser
realista a la hora de definir los objetivos que desea conseguir y debe tener la
habilidad para discriminar cuándo las metas a las que aspira no son
alcanzables, siendo lo más beneficioso desvincularse de las mismas. La dinámica
entre la aproximación e implicación hacia los objetivos deseados, en
combinación con el distanciamiento y la desvinculación de aquellos otros que no
resultan viables, constituye otro elemento clave para comprender el fenómeno de
la adaptación psicológica.
EL CONCEPTO DE ESTRÉS
Coloquialmente es un término muy
utilizado, pero dentro del marco científico su definición es controvertida. En
términos generales, podemos referirnos a un estado que denota cierto malestar
interno (decimos “estoy estresado”), o
a la presencia de inconveniencias y dificultades de diferentes tipos (físicas,
sociales), que se acompañan de una serie de demandas y obligaciones (cuando
estamos sobrecargados o tenemos que tomar una decisión difícil).
Si nos atenemos a la dimensión
temporal, el estrés puede ser algo puntual o un proceso más largo. Finalmente,
ante los acontecimientos estresantes, no todos reaccionamos, ni de un modo
similar, ni de una forma totalmente pasiva (algunos restauran rápidamente su
comportamiento habitual, reduciendo el impacto del suceso estresante y otros
reaccionan de una manera más desadaptativa, poniendo en marcha acciones que no
son efectivas para disminuir el efecto del estrés, y mostrando respuestas de
intenso enfado, miedo, ansiedad o tristeza).
El estudio del estrés se ha
desarrollado a través de 3 corrientes que lo han abordado desde ópticas
diferentes:
- Basadas en la respuesta.
- Basadas en el estímulo.
- Basada en la valoración
cognitiva.
Si se consideran en su conjunto,
ofrecen una visión comprehensiva de lo que es el proceso de adaptación al
estrés.
Perspectiva basada en la Respuesta
Se originó dentro del campo de la
biología, a partir del trabajo inicial de Cannon (1932). Posteriormente, se
desarrolló con los estudios de Selye
(1956). Para Selye el foco de interés está en la respuesta por lo que, el
estrés no se identifica con la presencia de un estímulo nocivo para el
organismo, sino que el estrés equivale al conjunto de reacciones corporales que
se producen en el organismo cuando están presentes estímulos ambientales o psicológicos
dañinos.
A estos estímulos los denominó estresores. El modelo de Selye es
importante por las siguientes razones:
- Estableció la distinción entre el estresor y la respuesta de estrés.
- Propuso el Síndrome General de Adaptación (SGA) para describir el proceso que se genera en un organismo, como consecuencia del efecto prolongado de un estresor. El SGA se caracteriza por 3 estadios (alarma, resistencia y agotamiento), a lo largo de los cuales el estrés está presente, pero se manifiesta de diferente modo:
- Estadio de alarma. Se produce una respuesta generalizada del sistema nervioso autónomo, como reacción al shock inicial que produce el estresor. Esta reacción (en torno a las 24h) se caracteriza por una reducción en la actividad del sistema nervioso simpático. Si el estresor permanece (más de 24h) comienza la fase de “lucha o huida”, en la que se activa el sistema simpático- adrenal y se liberan corticoides, adrenalina y noradrenalina. Se produce un incremento en la presión arterial, la frecuencia cardíaca, la coagulación sanguínea, y el aporte de sangre a los órganos, originándose un estado de energía y activación.
- Estadio de resistencia. Ante la persistencia del estresor, se reduce notablemente la respuesta de alarma. El organismo mantiene su funcionamiento interno por encima del nivel normal para poder adaptarse al estresor.
- Estadio de agotamiento. Cuando el organismo no es capaz de recuperar su equilibrio inicial, o la presencia del estresor sigue causando un efecto excesivo. Se incrementa la actividad endocrina, y dado el elevado nivel de corticoides y la disminución que sufren los recursos del organismo, comienza a haber daños en el sistema cardiovascular, en el sistema digestivo y en el inmunológico. Deterioro hasta el punto de que puede enfermarte o incluso matarte.
Perspectiva basada en el Estímulo
Centra su atención en las particularidades y características del estímulo estresante. Un acontecimiento estresante o estresor, es aquel que impone al individuo unas demandas excesivamente altas o bajas, ya sean de tipo físico, social o psicológico, sobrecargando sus recursos y generándole una respuesta de estrés. Para que un acontecimiento se considere estresante tiene que tener la capacidad de alterar el equilibrio interno del individuo, y de promover la activación de los mecanismos de adaptación de la persona, con el fin de restablecer los niveles iniciales.
Los sucesos estresantes se
clasifican en las siguientes categorías (Wheaton,
1999):
- Contrariedades. Son problemas diarios experimentados por la mayoría con cierto malestar, frustración o irritación (ej. estar en un atasco).
- Sucesos vitales. Son menos frecuentes que los diarios y poseen un mayor impacto. Su aparición está clara y bien definida en el tiempo. Requieren del individuo un mayor ajuste (ej. un despido). La característica más relevante de estos sucesos es el cambio que obliga a la persona a realizar en su funcionamiento normal para poder adaptarse a ellos.
- Acontecimientos crónicos. Surgen de una forma menos definida que los vitales, tienen un desarrollo más lento y continuamente problemático. Hasta que finalizan, se mantienen a lo largo de un período de tiempo prolongado. Rasgos de estos acontecimientos:
- Presencia de continua amenaza (personas que han sufrido un infarto, deben asumir la posibilidad de que ocurra de nuevo).Incertidumbre (tiempo de espera para un trasplante).Exigencias excesivas, ante las que los recursos son limitados (ingresos insuficientes para cubrir gastos).Restricciones estructurales que puede impedir el acceso a los medios para alcanzar los objetivos deseados (compaginar desarrollo profesional con vida familiar en determinados trabajos).Falta sistemática de recompensa en tareas que requieren una alta inversión de esfuerzo.Complejidad, dada por el contenido de las responsabilidades asociadas a los roles, por el propio conflicto entre roles, o por la inestabilidad de los acontecimientos.
- Acontecimientos traumáticos. Son inusuales dentro de la experiencia humana. Pueden ocurrir de forma aislada, o como problemas crónicos de larga duración (tener un familiar con un problema mental severo). Generan una respuesta de intenso malestar psicológico, el cual puede mantenerse de forma duradera.
Esta perspectiva evalúa de forma
objetiva los acontecimientos estresantes, pero, no menos importante resulta la
interpretación subjetiva. Por lo tanto, para poder estudiar el estrés y el
proceso de adaptación se debe considerar también el impacto de las situaciones
estresantes sobre cada individuo. Dicho impacto viene determinado por la
valoración cognitiva que se haga de las mismas.
LA ADAPTACIÓN AL ESTRÉS
La Teoría Cognitivo-Relacional del Estrés
La tercera perspectiva en el
estudio del estrés es la formulada por Lazarus
y Folkman (1986). Uno de los fundamentos para poder comprender el estrés
desde esta teoría es la consideración conjunta de la persona y el entorno de
manera que, la relación entre ambos sistemas constituye la unidad de análisis.
Desde este marco, el estrés psicológico es “una relación particular entre el
individuo y el entorno, el cual es evaluado por el individuo como amenazante o
desbordado para sus recursos, y que pone en peligro su bienestar”. El estrés,
por lo tanto, representa un tipo de relación, y más concretamente un tipo de
evaluación: la que establece la persona con respecto a cada situación.
Otro aspecto es que contempla al
estrés y a sus mecanismos de evaluación y afrontamiento como procesos
dinámicos:
- El estrés, la evaluación y el
afrontamiento pueden variar conforme se modifique la relación persona-entorno. De hecho, para estos autores, la esencia del estrés y de sus
mecanismos de evaluación y afrontamiento es que son fenómenos cambiantes.
- Considera que la relación entre el individuo y el entorno es bidireccional.
La teoría de Lazarus y Folkman
identifica dos procesos que nos permiten comprender por qué para unas personas
determinados acontecimientos resultan estresantes, mientras que para otras no:
- La valoración cognitiva
que se haga de dichos acontecimientos, y de los recursos personales disponibles
para hacerles frente.
- Las estrategias de
afrontamiento que se pongan en marcha para manejar esos sucesos. Ambos
actúan como factores mediadores en la relación de estrés que se establece.
Valoración cognitiva
La valoración o evaluación
cognitiva se define como el proceso a través del cual la persona percibe en qué
medida un suceso o situación determinada, es relevante para su bienestar. Por
tanto, este proceso hace referencia al significado adaptativo que tiene para el
individuo la situación.
Los procesos de valoración
cognitiva pueden ser de dos tipos: la valoración
primaria y la secundaria.
Valoración Primaria
La valoración primaria es aquella
en la que el individuo evalúa si hay algo relevante para él en la situación que
esté en juego («¿esta situación es beneficiosa para alguno de mis
objetivos?»). Hay varios tipos de valoración primaria:
- Irrelevante. Es aquella mediante la cual la persona valora que la situación no
tiene nada comprometedor e importante. Esto, en sí mismo, no posee un alto
valor adaptativo, aunque es de importancia el proceso cognitivo por el que el
individuo discrimina entre lo que es importante para el bienestar y lo que no.
- Beneficiosa. Es aquella mediante la cual la situación es percibida y evaluada
como algo que le genera bienestar y puede proporcionarle consecuencias
favorables.
- Estresante. Es aquella mediante la cual le atribuye un significado o
percepción de daño-pérdida (cuando el individuo ya ha sufrido algún tipo de
daño o consecuencia negativa), de amenaza (anticipación de dificultades, o
estimación de pérdidas y consecuencias negativas), o de reto (algo que puede ser
manejado o que se puede extraer algún tipo de beneficio, aunque se corra riesgo
de sufrir daño). La percepción de reto
está muy próxima a la de amenaza. Ambas pueden darse a lo largo de una misma
situación, o conforme la situación vaya cambiando.
La valoración de un acontecimiento
o situación como dañina o beneficiosa depende de las peculiaridades de la
situación (demandas objetivas, limitaciones) y de las características que tenga
el individuo (jerarquía de metas y valores, autoestima, expectativas sobre el
locus de control o competencia personal).
Valoración Secundaria
La valoración secundaria es
aquella en la que el individuo sopesa qué puede hacer en relación con la
situación que le resulta estresante, es decir, evalúa que opciones y recursos
de afrontamiento están a su disposición, cuáles va a utilizar y cómo. Puede ir variando,
dependiendo de cómo vaya evolucionando la situación y de los posibles cambios
que se produzcan en la valoración primaria. A su vez, la valoración primaria
puede variar en consonancia con la secundaria por lo que es preciso considerar
ambas interdependientes.
Dentro de la valoración secundaria
destaca la percepción de control
personal. Cuando el individuo estima que posee la capacidad necesaria para
hacer frente a un suceso estresante, tiende a valorarlo como un reto, lleva a
cabo acciones de afrontamiento más eficaces, y presenta un mejor ajuste
psicológico. Hacer esta valoración va asociado también a altos niveles de
autoestima, optimismo, bienestar emocional y resiliencia.
Las estrategias de afrontamiento
Definición y función del afrontamiento
Lazarus
y Folkman definen el afrontamiento como el
esfuerzo cognitivo y conductual que lleva a cabo el individuo para manejar el
estrés psicológico, con independencia de que lo logre o no. Se pueden destacar
las siguientes características de las estrategias
de afrontamiento:
- Representan lo que el individuo piensa, hace y siente para conseguir adaptarse. Las estrategias de afrontamiento suponen un esfuerzo deliberado.
- Son acciones que no ocurren en el vacío, sino que se ponen en marcha ante las demandas que plantea cada situación particular por lo que, para entenderlas, es necesario considerar el contexto en el que ocurren.
- Varían conforme se va desarrollando la interacción estresante, o por cambios temporales. Al mismo tiempo, pueden transformar las valoraciones cognitivas que se realicen a lo largo de la transacción de estrés.
- Su eficacia depende de los efectos que tengan a corto y largo plazo. En consecuencia, no puede hablarse de estrategias intrínsecamente eficaces o ineficaces. Cualquiera de las estrategias puede funcionar mejor o peor dependiendo de la persona, el contexto, y la interacción entre persona y contexto.
Las estrategias de afrontamiento
pueden desempeñar dos funciones básicas
(no excluyentes):
- Alterar la situación estresante para eliminarla o cambiarla. Es un afrontamiento centrado en el problema que se pone en marcha cuando se considera que existe la posibilidad de modificar el acontecimiento estresante.
- Regular las respuestas emocionales que la situación esté provocando en el individuo. Es un afrontamiento centrado en la emoción, el cual es más probable que se utilice cuando se cree que no puede hacerse nada por alterar el suceso estresante.
Lazarus y Folkman sostienen que el
afrontamiento centrado en el problema no puede resultar efectivo si no se actúa
también sobre la respuesta emocional, para lo cual es preciso un afrontamiento
orientado a la emoción.
El Afrontamiento como Proceso o como Estilo
El afrontamiento se puede
conceptualizar como proceso o como estilo:
- Como PROCESO. Presupone
aceptar que existe Variación
Intraindividual, y por tanto inconsistencia, en la forma de afrontar las
diferentes demandas que plantea cada situación estresante. Las estrategias de
afrontamiento no tienen por qué ser similares a las que se utilizan en otra
situación; ya que, precisamente, el punto de partida de este enfoque
intraindividual es que la persona suele disponer de un repertorio variado de
estrategias que va a utilizar dependiendo de las características que tenga la
situación.
- Como ESTILO. Es un
enfoque Interindividual, según el
cual el afrontamiento constituiría una disposición: cada persona posee un
estilo de afrontamiento determinado, de manera que, ante las diferentes
situaciones de estrés, las estrategias empleadas tenderán a ser muy similares.
Por tanto, es posible identificar Diferencias Individuales ante un mismo suceso
estresante. El fundamento teórico de
este enfoque reside en la apreciación de que, aunque existe muchas formas de
reaccionar ante un mismo suceso estresante particular, todas ellas se pueden
clasificar en un número reducido de categorías básicas, dada la tendencia
estable a utilizar una forma similar de afrontamiento.
Esta diferenciación
(Proceso/Estilo) se hace evidente en la forma de cómo se evalúa el afrontamiento
según cada planteamiento:
- El Ways of Coping
Questionnaire (WCQ) es un instrumento diseñado, por Lazarus y Folkman (1986),
para medir el afrontamiento. Contiene un listado de estrategias que se emplean
ante las situaciones de estrés. La persona debe indicar en qué grado (Likert de
4 puntos) ha utilizado cada una de estas estrategias cuando ha tenido que hacer
frente a una situación. Tiene 66 ítems agrupados en 8 subescalas:
- 2 subescalas están enfocadas a la solución del
problema:
- Afrontamiento confrontativo. Intento agresivo para cambiar la situación.
- Planificación y solución del
problema. Elaborar y seguir un plan con varias soluciones.
- 6 subescalas se centran en el manejo de la
emoción:
- Distanciamiento. Desvincularse de la situación
o considerarla con una cierta perspectiva.
- Autocontrol. Controlar la conducta o la expresión de los sentimientos.
- Aceptación de la responsabilidad. Asumir la responsabilidad en la aparición
o solución del acontecimiento negativo.
- Escape-evitación. Huir o desear que desaparezca.
- Reevaluación positiva. Construir un significado positivo sobre el acontecimiento,
centrándose en el crecimiento personal.
- Búsqueda de apoyo social. Buscar en los demás apoyo emocional, instrumental o informacional.
Algunas de las críticas que ha
recibido este instrumento tienen que ver con su validez de constructo, ya que
se ha encontrado dificultad para replicar su estructura empleando muestras o
estresores diferentes.
- The Coping Orientation to Problems
Experienced (COPE). Es un instrumento que nos permite
evaluar el afrontamiento como un estilo. Fue diseñado por Carver y cols. (1989), los cuales señalaron que la división
afrontamiento centrado en el problema / afrontamiento centrado en la emoción, resultaba
demasiado simple ya que, dentro de cada una de estas categorías se encontraban
estrategias que parecían cumplir diferentes funciones y tener consecuencias
también distintas. Está compuesto por 14 sub-escalas (4 ítems cada una) y para
completarlo se pide a la persona que describa qué es lo que hace y cómo se
siente cuando experimenta estrés.
A partir de las intercorrelaciones
obtenidas entre todas las subescalas y de estudios realizados, los autores del
COPE establecieron 2 grupos de estrategias: adaptativas y desadaptativas.
- Estrategias Adaptativas:
- Aceptación. Tolerar la existencia del acontecimiento
sin evitarlo, pero sin que interfiera en el funcionamiento de la persona. Se
suele poner en marcha cuando no existe posibilidad de que el estresor vaya a
cambiar.
- Afrontamiento activo.
Dar los pasos necesarios, y mantener el esfuerzo, para intentar eliminar,
cambiar, o reducir el impacto negativo del estresor. Finalidad: solucionar el
problema.
- Autocontrol. Evitar actuar de forma prematura,
esperando a que se dé la situación apropiada para enfrentarse al estresor. Esta
estrategia es activa (trata de favorecer el manejo del estrés) y pasiva
(equivale a no actuar).
- Búsqueda de apoyo social emocional.
- Búsqueda de apoyo social instrumental. Buscar consejo, información o ayuda en los demás.
- Planificación. Pensar qué opciones y respuestas
son las más adecuadas, y cuáles se pueden llevar a cabo. Finalidad: solucionar
el problema, aunque difiere de la puesta en marcha de las respectivas acciones.
- Reinterpretación positiva.
Construir un significado positivo a partir del estresor. Esta estrategia,
aunque se encuadra dentro del afrontamiento centrado en la emoción, también
facilitaría la solución del problema.
- Supresión de actividades interferentes. Posponer otros asuntos y evitar ser distraído, con el fin de
centrarse en hacer frente al estresor. Función: intentar solucionar el
problema.
- Estrategias Desadaptativas:
- Desvinculación conductual.
Reducir el esfuerzo por continuar afrontando el estresor, o renunciar a lograr
los objetivos que están siendo obstaculizados por la presencia de este.
- Desvinculación mental.
Evitar pensar en el estresor o en las interferencias producidas en relación con
las metas personales.
- Negación. Intentar actuar como si el
estresor no estuviera presente, o negar su existencia. Al igual que la
anterior, puede resultar útil pero perjudicial si se mantiene en el tiempo.
- Uso de drogas y alcohol.
Consumo de sustancias para intentar evitar pensar en el estresor.
- Ventilación de las
emociones. Darse cuenta y expresar el
malestar emocional asociado con el estresante. Puede ser beneficioso puntualmente,
pero utilizado de manera constante, interfiere con la búsqueda y puesta en
marcha de soluciones.
La última subescala, «Uso de la religión»
(recurrir a la religión como un medio para encontrar apoyo, disminuir el
malestar emocional o encontrar un sentido positivo a la situación de estrés),
no fue considerada adaptativa ni desadaptativa porque sus correlaciones con el
resto de las estrategias no fueron significativas.
Afrontamiento y Adaptación
Funciones y consecuencias del afrontamiento
En el estudio del afrontamiento es
importante la diferenciación entre: la función
que cumplen las estrategias que se utilizan en una situación determinada, y
los resultados, o el tipo de
consecuencias, que a corto y largo plazo se pueden obtener de ellas. El
afrontamiento, en sí mismo, representa un conjunto de acciones que cumplen
funciones diferentes; resultando estas funciones, a su vez, independientes del
grado de efectividad que posean.
Se entiende que el afrontamiento
puede ser adaptativo si promueve en
el individuo un funcionamiento físico, psicológico y social adecuado. O desadaptativo, cuando las consecuencias
que se deriven de su uso sean negativas. Para afrontar un acontecimiento severo
o importante, combinar estrategias dirigidas a distanciarse o desvincularse de
aquellos aspectos ante los que no se puede hacer nada, puede favorecer la
adaptación del individuo si, al mismo tiempo, se ponen en marcha otras acciones
dirigidas a aproximarse a las dimensiones del suceso negativo que sí pueden ser
modificables. Ambos tipos de afrontamiento (aproximación / distanciamiento)
pueden actuar como procesos complementarios, capaces de amplificar mutuamente
sus efectos positivos.
Cuando el acontecimiento al que
hay que enfrentarse es controlable,
las estrategias de afrontamiento centradas en el problema son más efectivas que
las centradas en la emoción. Así acciones como la planificación, la búsqueda de
información, o la puesta en marcha de soluciones alternativas, resultan más
apropiadas para que la persona pueda cambiar una situación conflictiva, y
obtener los refuerzos que desea. Por el contrario, cuando el acontecimiento
estresante se percibe como no
controlable, la utilización de estrategias orientadas al manejo de la
emoción parece ser más conveniente.
Este fenómeno, denominado como «bondad de ajuste», se refiere al grado
de ajuste que se establece entre la valoración de control que hace el individuo
con respecto a la situación de estrés, y el tipo de afrontamiento que, en consecuencia,
pone en marcha. Empíricamente, la “bondad de ajuste” ha recibido un apoyo
parcial, habiéndose obtenido más evidencia a favor de la idea de que, cuando la
persona percibe control sobre la situación, el uso del afrontamiento centrado
en el problema resulta más beneficioso. Los resultados sobre las consecuencias
positivas del afrontamiento centrado en la emoción, cuando la situación es
valorada como no controlable, han sido menos consistentes.
Estrategias como aceptación, reestructuración positiva, o autocontrol se han asociado con resultados positivos (menor malestar en pacientes con cáncer, o
mayor adherencia a los tratamientos). Otras como la autocrítica, la
evitación, o la
ventilación emocional se
han relacionado con estados
afectivos negativos y con menor
nivel de eficacia para afrontar el suceso estresante.
Estos resultados sustentan la
idea: la efectividad del afrontamiento debe estudiarse, y evaluarse, en función
de las consecuencias que tengan las diferentes estrategias y, por tanto, en
función de lo adaptativas que sean para el individuo. De ahí que no resulte
empíricamente sostenible considerar a priori las estrategias de afrontamiento
como procesos inherentemente buenos o malos.
Los aspectos que pueden influir
sobre el grado de adaptación que pueden facilitar las estrategias, son:
factores situacionales, características del individuo y el ajuste entre las
características del estresor, la evaluación que se haga del mismo, y las
estrategias de afrontamiento que se pongan en marcha.
Zeidner
y Saklofke (1996) proponen características
frecuentes para referirse al afrontamiento y a la adaptación del individuo (no
existe un criterio único y universal para definir el afrontamiento adaptativo o
efectivo):
- Resolución del conflicto. El afrontamiento cumple una función instrumental ya que elimina
o amortigua la situación estresante.
- Reducción de las respuestas
fisiológicas. El afrontamiento adecuado debe
reducir el nivel de activación del individuo (frecuencia cardíaca, tensión
arterial, sudoración).
- Disminución del malestar
psicológico. Si el afrontamiento es efectivo,
la persona es capaz de mantener las cogniciones y los estados emocionales
negativos dentro de unos límites manejables.
- Adecuación en el funcionamiento
social. gracias al afrontamiento adaptativo la persona funciona de manera
ajustada a su entorno, adaptándose a sus preferencias y al respecto por las
normas sociales.
- Promoción del bienestar. el afrontamiento adaptativo promueve el bienestar de la persona,
y de los que se hayan visto afectados por la situación de estrés (hijos,
cónyuge).
- Mantenimiento de una autoestima
positiva. El afrontamiento adaptativo contribuye a establecer y mantener
una autoestima positiva. La negativa es un indicador de mal ajuste psicológico
y fuente interna de estrés.
- Retorno, si es posible, de las
actividades previas a la situación de estrés.
El afrontamiento adaptativo de hacer posible que se vuelva a un estado de
normalidad retomando actividades de la vida rutinaria, interrumpidas o dañadas
por el acontecimiento estresante.
- Percepción subjetiva de la
efectividad del afrontamiento. La
valoración sobre los beneficios que le haya podido reportar cada estrategia de
afrontamiento es un criterio de efectividad de esta.
La flexibilidad en el afrontamiento
El uso variado y flexible de los
distintos tipos de estrategias de afrontamiento es una dimensión importante
para lograr que la persona haga frente de una manera más adecuada a las
circunstancias de estrés.
Un empleo rígido y frecuente de
estrategias de afrontamiento que pueden llegar a ser dañinas para uno mismo o
para los demás, aumenta el nivel de vulnerabilidad psicológica ya que, el
empleo sistemático de estas acciones reduce la sensación de control ante el
suceso estresante, impide discriminar los aspectos importantes, o incluso
positivos, de dicho suceso, y erosiona los recursos sociales.
La disposición de un perfil de
afrontamiento más flexible y organizado permite al individuo implicarse de
forma constructiva en la situación estresante mediante acciones como la
negociación, la planificación, o a la resolución del problema; y, disminuir el
impacto negativo a través de estrategias como la revaluación positiva, la
búsqueda de apoyo social o el distanciamiento de los aspectos que no resulten
controlables.
Este perfil permite la acumulación
de recursos personales y la eliminación o reducción del estrés hasta un nivel
aceptable. La flexibilidad se define
como la capacidad y disponibilidad
para utilizar una gran variedad de estrategias de afrontamiento con el fin de
manejar las diferentes demandas que se plantean en las situaciones de estrés. La flexibilidad comporta:
- Ser capaz de valorar las diferencias entre las circunstancias del
estrés.
- Poseer una combinación versátil de estrategias y saber
utilizarlas.
- Tratar de conseguir un buen ajuste entre las estrategias que se
ponen en marcha y los requerimientos situacionales.
Las personas con mayor
flexibilidad de afrontamiento se caracterizan por:
- Estilo de pensamiento abierto y
dialéctico. Más capaces de percibir los
cambios y las contradicciones de la realidad, interpretándolos desde diferentes
puntos de vista.
- Mayor facilidad discriminativa. Evalúan la particularidad de cada situación, y eligen las distintas
opciones de respuesta teniendo en cuenta los cambios que se produce en la
relación entre su conducta y la situación.
Estudio
de Cheng (2003).
Ilustra la asociación entre
facilidad discriminativa y la flexibilidad del afrontamiento. Examinó en qué medida
la facilidad de discriminación influía sobre la flexibilidad del afrontamiento
y la reactividad fisiológica. Los participantes tenían que realizar 2 tareas
(una controlable y una no controlable):
- Tarea controlable: recordar 6 dígitos utilizando un intervalo de hasta 5 min.
- Tarea no controlable: realizar cálculos numéricos complejos en 20 seg.
La facilidad discriminativa se midió a través del tipo de información
que daban los participantes sobre la forma en que iban a actuar para resolver
dichas tareas. Si podía codificarse en “si…entonces” el nivel de facilidad
discriminativa era alto. Si la información proporcionada se codificaba mejor en
términos abstractos y no contextuales el nivel de facilidad discriminativa era
bajo.
La flexibilidad del afrontamiento se midió teniendo en cuenta el
ajuste entre las estrategias utilizadas y el grado de control que se podía
ejercer sobre cada tipo de tarea. Alta flexibilidad indicaba ante la tarea
controlable, había empleado estrategias para solucionar el problema y, ante la
tarea incontrolable, había recurrido a estrategias centradas en la emoción.
La reactividad fisiológica se evaluó midiendo los cambios que, con
respecto a la línea base, se producían en la frecuencia cardiaca mientras los
participantes realizaban las tareas.
Resultados:
- La facilidad discriminativa correlacionó, de forma positiva y
significativa, con una mayor flexibilidad en el afrontamiento.
- Tanto la facilidad discriminativa como la flexibilidad en el
afrontamiento se asociaron con menos cambios en la frecuencia cardiaca, y por
lo tanto con una menor reactividad fisiológica.
Estos resultados apuntan a que la facilidad discriminativa puede ser un
mecanismo cognitivo que actúa sobre la capacidad para afrontar los acontecimientos
estresantes de una forma más flexible: la facilidad para diferenciar entre los
distintos aspectos que presentan los acontecimientos de estrés ayuda a elaborar
un plan de afrontamiento que se ajuste mejor a los requerimientos del contexto.
Si se codifica el acontecimiento
estresante en términos globales y abstractos, el afrontamiento será más
inefectivo, rígido y desorganizado. Si la codificación se realiza en función de
las contingencias “situación-conducta” (si…entonces) se utilizarán más ponderadamente
las diferentes estrategias de afrontamiento, valorando ventajas e
inconvenientes de cada una de ellas. Desde esta perspectiva, la flexibilidad en
el afrontamiento es la capacidad para seleccionar y poner en marcha un patrón
coherente y significativo de respuestas de afrontamiento.
La flexibilidad en el
afrontamiento se ha asociado con resultados positivos, actuando como factor de protección
ante la depresión, la ansiedad, el estrés laboral o las situaciones de
desempleo.
Tres elementos que facilitan un
manejo efectivo del estrés:
- Evaluación, lo más realista posible, de los acontecimientos y los recursos
personales disponibles.
- Flexibilidad para generar planes alternativos de afrontamiento y poner en
marcha diferentes respuestas de afrontamiento.
- Posibilidad de anticipar
qué consecuencias a corto, medio y largo plazo pueden derivarse de las
estrategias de afrontamiento utilizadas.
Autorregulación, Afrontamiento y Adaptación
Los procesos de asimilación y acomodación
Junto con el afrontamiento existen
procesos, relacionados con la forma de autorregularse el individuo, que también
van a ejercer un efecto sobre su competencia adaptativa. Estos procesos
intervienen en la implicación o desvinculación que establezca el individuo con
respecto a los objetivos que se haya planteado, dependiendo de las
probabilidades de que disponga para conseguirlos y de los medios.
Esforzarse y lograr metas
valoradas es una fuente de satisfacción y bienestar, además de que proporcionan
un sentido de organización e incrementa la sensación de competencia. Si no se
pueden alcanzar las metas deseadas y se persevera en ellas, pueden producir un
estado de frustración, que si se mantiene en el tiempo puede dar lugar a una
reacción de indefensión.
Una autorregulación adecuada, asociada con un ajuste óptimo, es aquella
lo suficientemente flexible como para permitir elegir metas, comprometerse con
ellas, y esforzarse por conseguirlas, resistiendo la influencia de factores
distractores; así como que facilite que la persona se desvincule de las metas
bloqueadas porque no tenga recursos necesarios o porque dada la situación, no
sea posible su alcance. Para lograr una buena adaptación debe ser capaz de
ajustar y alterar sus prioridades, modificar el nivel de logro de sus objetivos
o metas, dependiendo de los medios de los que disponga en cada momento, y de
los requerimientos situacionales ante los que se encuentre.
La Teoría de Brandtstädter (1990, 2002). Esta teoría se fundamenta en
la discrepancia que surge entre los resultados que desea alcanzar la persona, y
los que realmente puede conseguir, a lo largo de su trayectoria vital. Con el
fin de eliminar o minimizar esta discrepancia, la persona puede poner en
funcionamiento dos tipos de procesos, los cuales son considerados como dos formas de afrontamiento: la asimilación
(o implicación) y la acomodación (o desvinculación).
La asimilación
La asimilación (o implicación) es
un proceso por el que la persona se esfuerza e intenta llevar a cabo una serie
de acciones para alterar e influenciar la situación actual y conseguir un mayor ajuste entre las metas
personales y el entorno. Cualquier ámbito de la vida que pueda ser
modificado es objeto de la asimilación. Dentro de la asimilación se puede
llevar a cabo la optimización, a través de la cual utiliza los medios y
estrategias, de su alcance, que son más efectivos para alterar la situación y
poder conseguir sus metas.
La optimización permite mayor
desarrollo de los recursos personales y un aumento en la sensación de control.
La compensación trata de seleccionar y utilizar medios alternativos para evitar
posibles pérdidas relacionadas con su objetivo. En la asimilación, la persona
muestra una fuerte adherencia o implicación a los objetivos definidos o metas.
Esta adherencia será mayor cuanto más importantes sean las metas y cuantas
menos posibilidades haya de ser sustituidas por otras similares.
La acomodación
La acomodación (o desvinculación)
es un proceso que entra en juego cuando los recursos para lograr un objetivo se
reducen o cuando las dificultades o demandas de la situación se incrementan (inconvenientes
superiores a beneficios). El individuo puede cambiar sus metas, sus preferencias
y su nivel de aspiración para adaptarlos a las características reales de la
situación y a los recursos de que disponga. Acciones propias de la acomodación:
disminución de expectativas, desvinculación de las metas, relaciones o
intereses bloqueados y evaluación positiva de los obstáculos y las pérdidas que
hayan ocurrido en esas circunstancias. Durante la acomodación, el
funcionamiento cognitivo se dirige a hacer más aceptable la separación del
objetivo deseado. Se procesa la información de forma más abierta y menos
focalizada. La acomodación viene a neutralizar, o invertir, el set-mental que
entra en funcionamiento con la implementación de la intención.
Teóricamente,
asimilación y acomodación son mecanismos contrapuestos. Cuando la persona está implicada en conseguir sus objetivos pone
en marchas actividades asimilativas, inhibiendo la acomodación y cuando tiene
que desengancharse de su compromiso y esfuerzo de un objetivo importante, se
genera una respuesta de estrés y una oscilación entre asimilación y
acomodación; dicho desajuste se revuelve a través de la acomodación , generando
las cogniciones y el funcionamiento emocional pertinente para que abandone esa
zona intermedia, y renuncie a alcanzar el objetivo que se había propuesto.
De acuerdo con la Teoría de Brandtstädter la asimilación
y acomodación no son procesos totalmente intencionales y deliberados, sino que
implican mecanismos más automáticos sobre los que la persona no puede ejercer
control directo. Estos componentes automáticos son los que hacen posible el
paso de un proceso de afrontamiento a otro. Asimilación y acomodación pueden
actuar conjuntamente en circunstancias con mucha variedad de objetivos, los
cuales, a su vez, comportan muchas tareas, roles o responsabilidades.
La presencia conjunta de
asimilación y acomodación se asocia con mayor bienestar. La acomodación se
vuelve más predominante según se envejece ya que, los esfuerzos compensatorios
por alcanzar las metas deseadas decrecen y los recursos físicos, sociales y
ambientales también decrecen.
En el ámbito de la salud llevar a
cabo acciones tanto asimilativas como acomodaticias se ha relacionado también
con consecuencias positivas. La acomodación en el campo del dolor crónico: la
aceptación activa del dolor, la cual representa un afrontamiento acomodaticio,
resulta altamente efectiva para poder manejarlo. La aceptación activa implica
dejar de controlar un estresor que no es ni cambiable ni controlable,
asumiéndolo con neutralidad desde el punto de vista cognitivo y experimentando
un estado de bienestar emocional y de energía, suficientes como para seguir
invirtiendo esfuerzo en otros objetivos vitales significativos. Finalmente, la
acomodación es relevante con respecto a la protección de la depresión y las
reacciones de indefensión.
Según la perspectiva teórica que
estamos analizando, el estado depresivo y los pensamientos rumiativos pueden
surgir cuando entran en conflicto las tendencias asimilativas y acomodaticias.
Mediante la acomodación es posible reinstaurar la percepción de control y
neutralizar el estado de ánimo negativo (se empieza a devaluar el objetivo
deseado, buscando nuevos medios para alcanzarlo, utilizando comparaciones hacia
abajo o resaltando los beneficios que tiene el abandono de la meta).
El afrontamiento proactivo
Un aspecto central en el proceso
adaptativo del individuo y en su forma de autorregularse y de afrontar los
sucesos, es el sistema de cogniciones, motivaciones, emociones y conductas que
la persona pone en marcha usando como marco de referencia el futuro.
Existen ámbitos en la vida donde
es posible anticipar la presencia de estresores negativos futuros, o promover
la ocurrencia de sucesos positivos. En este contexto de anticipación de
acontecimientos futuros y de autorregulación de la conducta se sitúa el
afrontamiento proactivo.
Aspinwall
y Taylor (1997) definen el afrontamiento activo
como “los esfuerzos que se realizan ante un potencial estresor para prevenirlo,
o modificar su forma antes de que ocurra”. Implica la construcción de recursos,
y la disponibilidad de un conjunto de habilidades, que permiten la
identificación de acontecimientos que puede ser fuentes potenciales de estrés.
Cumpliría una función preventiva: disminuir o anular la probabilidad de que
potenciales estresores ocurran y en el caso de que ocurran, permitir reducir su
severidad.
Para que se lleve a cabo es
preciso distinguir varias fases, de funcionamiento es bidireccional:
- Fase de acumulación de recursos. Generar de forma planificada y sin la presencia de una situación estresante, una reserva de recursos sociales, materiales y económicos; y, aprender nuevas habilidades para manejar futuros estresores y estar más capacitado ante estresores crónicos en el caso de que ocurrieran.
- Fase de atención y reconocimiento. Se dirige la atención hacia posibles estresores o hacia información relacionada con ellos. Puede provenir de fuentes externas o internas.
- Fase de evaluación inicial. Una vez identificado un potencial estresor, se debe evaluar. Se interpreta qué significado tienen estos estímulos que aparecen en un principio con apariencia ambigua pero que, a medio o largo plazo, pueden llegar a ser amenazas potenciales. La simulación mental es un proceso característico de esta fase: el individuo representa el suceso potencialmente estresante, los deseos o temores futuros relacionados con él, y los posibles escenarios que pueden derivarse del mismo. Mediante la simulación, es posible comenzar a elaborar un plan de acción general. Valorar una situación (inicialmente ambigua) como estresor se acompaña de cierta activación emocional negativa que debe manejarse y asumirse, por lo que en esta fase se puede recurrir a buscar apoyos sociales.
- Esfuerzos iniciales de afrontamiento. La persona realiza de forma más elaborada planes alternativos de actuación. Debe comenzar a poner en marcha las acciones inicialmente decididas para impedir o prevenir que ocurra el posible estresor. Para que se inicie, es necesario que se perciba un cierto control sobre el estresor y que crea que puede ser alterado de algún modo para no poner en riesgo sus recursos.
- La recepción del feedback y la revisión del afrontamiento proactivo. Después de realizar los primeros esfuerzos, se deben comprobar los resultados. El individuo valora si el esfuerzo inicial para manejar el estresor ha sido apropiado o si debe mejorarse. En caso de que resulte inmanejable y la persona. decida desvincularse de él, tendrá que afrontar las consecuencias afectivas y motivacionales por haber invertido recursos y esfuerzo, que han resultado infructuosos.
En suma, el modelo de afrontamiento proactivo incluye procesos y acciones
relacionadas con el afrontamiento, mediante los cuales es posible manejar o
minimizar los efectos de un potencial estresor, y mecanismos de
autorregulación, que permiten actuar de forma proactiva mediante el
planteamiento de objetivos, y del control y dirección de las respuestas
internas y el comportamiento.
Greenglass,
Schwarzer y Taubert (2000) han ampliado la orientación del
afrontamiento proactivo otorgándole un sentido positivo, además de preventivo.
El afrontamiento proactivo-positivo
consiste en el esfuerzo realizado para poder planificar y promover cambios
positivos en sí mismo y en el entorno, y se dirige a lograr metas constructivas
a nivel individual y colectivo, promoviendo la mejora en las condiciones de
vida, la obtención de mayor excelencia en los resultados y la consecución de
una vida más satisfactoria.
El afrontamiento
proactivo-positivo y el proactivo-preventivo comparten algunos mecanismos de
actuación: orientación hacia el futuro, construcción de una reserva de
recursos, y desarrollo de habilidades de autorregulación (capacidad para
planear objetivos, simulación mental y definición de planes de actuación). Pero
existen también diferencias:
- El afrontamiento
proactivo-positivo valora los riesgos,
las demandas y las oportunidades de
las situaciones futuras de una forma más constructiva y estimulante,
percibiéndolas como retos potenciales, y destaca la importancia de los recursos
(percepción de autoeficacia, optimismo y apoyo social).
- El afrontamiento
proactivo-preventivo evalúa los potenciales riesgos y
amenazas, y comporta un relativo grado de preocupación.
Aunque en torno al afrontamiento
positivo se han generado dos marcos teóricos, existe un único instrumento para medirlo: el Cuestionario de Afrontamiento Proactivo
(PCI), que consta de 41 ítems y evalúa diferentes aspectos a través de 6
subescalas, dedicadas a:
- Subescala de afrontamiento
proactivo. Se refiere al planteamiento
autónomo de objetivos y a los pensamientos y conductas que facilitan el logro
de dichos objetivos.
- Subescala de afrontamiento reflexivo.
Mide la capacidad para contemplar y diseñar mentalmente planes alternativos de
actuación.
- Subescala de planificación estratégica.
Se refiere al establecimiento de prioridades, y a la habilidad para dividir las
tareas en componentes más asequibles.
- Subescalas de afrontamiento
preventivo. Capacidad de anticipar y
prepararse ante potenciales estresores.
- Subescala de apoyo instrumental. Búsqueda de contacto social para obtener consejo, opinión o
información.
- Subescala de apoyo emocional. Mide la búsqueda de contacto social para compartir emociones y
sentimientos, fomentar la empatía y sentirse bien acompañado.
La investigación sobre el
afrontamiento proactivo es reciente y la mayoría de los estudios realizados con
el PCI han utilizado exclusivamente las escalas de afrontamiento proactivo y
preventivo. En el marco de los Cinco Factores de la personalidad, se ha encontrado
una asociación positiva de los dos tipos de afrontamiento proactivo (positivo y
preventivo) con los rasgos de afabilidad y tesón; si bien el positivo también
se ha asociado con mayor extraversión y menor neuroticismo.
Ambos se han relacionado con mayor
percepción de autoeficacia y satisfacción vital, y con niveles más elevados de
bienestar, afecto positivo y apoyo social. En algunas investigaciones, la
relación del afrontamiento proactivo-positivo con algunos de los indicadores de
ajuste psicológico era superior a la obtenida con el proactivo-preventivo.
El estudio de
Gan y cols. (2007) se llevó a cabo con estudiantes y
se examinó en qué medida los dos tipos de afrontamiento proactivo podían estar
mediando la relación entre el estrés percibido y el grado de implicación en el
estudio. Se tomaron medidas del nivel global de implicación, del vigor, la
absorción y la dedicación en el trabajo académico. Después, se evaluó también
el grado de depresión y optimismo. Los resultados fueron:
- Los dos tipos de afrontamiento correlacionaban positivamente con la depresión y el estrés percibido, y positivamente con el optimismo, el estado de vigor, la absorción y la dedicación.
- El afrontamiento proactivo-positivo mediaba la relación entre el estrés percibido y el grado de implicación en el estudio (al introducir el afrontamiento, el peso del estrés en la predicción de la implicación dejó de ser significativo).
- El afrontamiento proactivo-preventivo (anticipa los posibles estresores asociados a la carrera) tuvo un efecto mediacional parcia (al introducir este afrontamiento, el peso del estrés percibido en la predicción de la implicación continuó siendo significativo).
En conclusión, los dos tipos de
afrontamiento fomentaban el alivio del estrés, favoreciendo la implicación y el
interés por el estudio, aunque la relación con el afrontamiento proactivo-positivo
fue mayor. Utilizar un afrontamiento
proactivo-positivo, dirigido a orientar la carrera como un desafío que se puede
conseguir, mediante la inversión de recursos y la realización planificada de
diferentes cursos de acción, se potenciaba más el grado de implicación en el
estudio de la carrera. El uso del afrontamiento proactivo-preventivo, como un
mecanismo para anticipar y prepararse ante los posibles estresores asociados
con la carrera, tuvo sin embargo un efecto menor.
RESUMEN
A modo de resumen, podemos indicar
que el proceso de adaptación se conformaría a partir de un conjunto complejo y
flexible de valoraciones, y mecanismos de autorregulación y afrontamiento,
dirigidos todos ellos a hacer posible el manejo de los diferentes sucesos que
imponen al individuo un reajuste. El fin de la adaptación es, por lo tanto,
mantener un equilibrio entre el funcionamiento normal de la persona, y las
características y requerimientos que presentan las situaciones.
Teoría
de Lazarus y Folkman. La relación que establece la
persona con su entorno la que puede llegar a ser estresante, en el momento en
que la persona lo evalúa como desbordante para su capacidad y recursos. Esta
teoría resalta la importancia de dos procesos fundamentales: las valoraciones (primaria y secundaria)
que efectúa el individuo para determinar si un acontecimiento particular le
resulta estresante o no; y las estrategias
de afrontamiento que pone en marcha, en el caso de que dicho acontecimiento
lo haya percibido como estresante.
Diferentes estudios han apoyado
parcialmente el contenido sustentado por la formulación de la bondad de ajuste, según la cual el
afrontamiento centrado en el problema resulta más efectivo cuando el suceso
estresante se percibe como controlable. Sin embargo, y en contra de lo que
establece la bondad de ajuste, el afrontamiento orientado a la emoción no
siempre parece asociarse con mejores resultados cuando el acontecimiento
estresante es valorado como no controlable.
Teoría
de Brandtstädter. Mientras que con la asimilación la persona trata de alterar
el medio, o su conducta, para ajustar los requerimientos del entorno a sus
metas; a través de la acomodación se
dirige a cambiar sus objetivos o preferencias con el fin de adaptarlas a las
características de la situación.
Un último punto desarrollado en este capítulo
es el relacionado con el afrontamiento
proactivo. Este tipo de afrontamiento combina habilidades propias de la
autorregulación con acciones más directamente relacionadas con el afrontamiento.
Aspinwall
y Taylor (1997). Definen el afrontamiento proactivo como la construcción,
disponibilidad y utilización de una serie de recursos y habilidades, con la
finalidad de identificar y prevenir la ocurrencia de fuentes potenciales de
estrés; cumpliendo así este tipo de afrontamiento una función preventiva.
Greenglass
(2002) y Schwarzer y Taubert (2002).
Según esta formulación el afrontamiento proactivo representa el esfuerzo y las
acciones que lleva a cabo una persona para disponer de recursos, y generar
acciones que promuevan cambios positivos en su vida.
Este tipo de afrontamiento
presenta, por lo tanto, un enfoque más positivo, centrándose en valorar las
circunstancias futuras como oportunidades; mientras que el afrontamiento
proactivo-preventivo atiende más a los riesgos y posibles amenazas que pueden
comportar determinados acontecimientos, si no se toman las medidas adecuadas.
GLOSARIO
- Afrontamiento proactivo positivo. Conjunto de acciones dirigidas a generar, acumular y utilizar diferentes recursos y habilidades con el fin de promover cambios positivos en el individuo o en su entorno.
- Afrontamiento proactivo preventivo. Conjunto de acciones dirigidas a prevenir o modificar la forma de un estresor antes de que ocurra.
- Asimilación. Proceso a través del cual la persona trata de modificar la situación actual o su propia conducta con la finalidad de lograr un mayor ajuste entre sus metas y el entorno.
- Bondad de ajuste. Grado de ajuste que se establece entre la valoración de control que hace la persona respecto de una situación estresante, y el tipo de estrategias que pone en marcha. Teóricamente, cuando la situación se percibe como controlable, el uso de estrategias centradas en el problema resulta más efectivo que el empleo de las centradas en la emoción. Éstas, por el contrario, serían más efectivas cuando la situación se percibiera como no controlable.
- Estrategia de afrontamiento. Respuesta específica a través de la cual una persona trata de manejar una situación estresante. Dicha respuesta, producida de forma deliberada, puede ser de tipo cognitivo, conductual o emocional. En términos generales las estrategias de afrontamiento se han agrupado en dos categorías: centradas en el problema (cuando lo que se pretende es modificar la situación) y centradas en la emoción (cuando se intenta cambiar algún aspecto de la persona para adaptarse a la situación).
- Estrés. Tipo de relación que se establece entre un individuo y su entorno cuando éste es valorado como desbordante o amenazante para sus recursos. El estrés, de esta forma, no se corresponde únicamente con un tipo de estímulo o de respuesta, sino que se configura a partir de la interacción persona-situación.
- Flexibilidad de afrontamiento. Capacidad para valorar y discriminar entre las diferentes situaciones de estrés, y poner en marcha aquellas estrategias de afrontamiento que sean adecuadas a las mismas.
- Valoración cognitiva. Proceso a través del cual la persona evalúa en qué medida una situación determinada es relevante para su bienestar (valoración primaria), y si dispone de los medios necesarios para hacerle frente (valoración secundaria). Si la situación es percibida en términos de daño, amenaza o reto, la valoración realizada será de tipo estresante.
REFERENCIAS
- Resumen Jovana RN (2017-18)
- Resumen NESS Uned (2015-16)
- Bermúdez Moreno, J., &
e-libro, C. (2011). Psicología de la personalidad (1® ed.). Madrid: Universidad
Nacional de Educación a Distancia.
- UNED aLF