D E M O C R A T O P I A

Sobre el negocio de los manuales en la UNED. Informe

En mi opinión el negocio de los manuales en la UNED no sería posible sin la colaboración de los alumnos de la UNED, y es que somos muy poquito exigentes, y en muchos casos, ignorantes de nuestros derechos. Mientras tanto la UNED presume de innovación y de ofrecer una educación de calidad, eso sí, utilizando prácticamente la misma metodología pedagógica que en los años 90 (aún quedan EDs que pretende que las reclamaciones se realicen por correo postal).

Lo cierto es que el aprendizaje depende fundamentalmente de 3 factores: el estudiante, el docente y el material didáctico. ¿A qué dedican los Equipos Docentes de la UNED? ¿Son necesarios esos manuales?

En 2018 El confidencial hizo público un informe muy interesante que pasó desapercibido. Lo reproducimos aquí:

1. El negocio de los manuales

En la UNED confluyen una serie de circunstancias que han generado un negocio en torno a los manuales que no se da en otras universidades. Tales circunstancias son, por un lado, la conveniencia de contar con un material único de estudio –texto base o manual— para cada asignatura, que sirva como referencia tanto para el examen como para dirimir posibles reclamaciones. En segundo lugar, las peculiaridades de la enseñanza a distancia aconsejaban que estos materiales llevaran unos añadidos– preguntas de autoevaluación, objetivos de aprendizaje, listas de conceptos clave, etc.— que no siempre incluían los manuales en el mercado. Sin embargo, lo que de verdad explica el negocio en torno a los manuales de la UNED ha sido el elevado número de alumnos: 143.000 estudiantes en grados en el curso 2015-16, 10.700 en los cursos de acceso para mayores de 25 y 45 años, más otros 10.000 en másteres oficiales, y los correspondientes a otras enseñanzas. Sólo en los 27 grados impartidos en la UNED en 2015-16 eso significa –según el portal estadístico de la UNED—807.145 matrículas en asignaturas individuales, a las que se suman casi 62.000 en el curso de acceso. Aun suponiendo un único manual por asignatura (y a menudo son más) y suponiendo también un elevado número de repetidores (pongamos un 30%) que no van a comprar de nuevo el texto, eso significaría en torno a 600.000 compradores potenciales. Son precisamente esas cifras las que eplican negocio en torno a los manuales de la UNED. 

Como resultado, la redacción y edición de libros específicos para los alumnos de la UNED constituye una magnífica oportunidad de negocio, tanto para los autores como para las editoriales. Y la condición de profesor permite, al amparo de la libertad de cátedra, la posibilidad de elegir sin ningún tipo de filtro o justificación el material que ha de usarse en la asignatura, imponiéndolo en la práctica a los estudiantes. De aquí resulta que el número de asignaturas cuyo material es obra de los profesores de la asignatura, bien sea totalmente o en parte –en calidad de compilador, traductor o similar— resulte, aun a falta de cifras precisas, muy superior en la UNED al de otras universidades. Los porcentajes de asignaturas en las que el manual es obra del profesor/es alcanzan, para 14 grados, casi un 64%, aunque en algunos la concentración es aún mayor (32 asignaturas de 37 en Derecho, 34 de 43 en Pedagogía o 21 de 26 en el curso de Acceso) y en todos es muy superior en los primeros cursos. 

Esta predominio de los manuales del profesor va unido a otra característica importante: el precio de los textos. Los datos para llevar a cabo este análisis son públicos: la información pública de cada grado indica cuáles son los “materiales básicos” (es decir, el manual o manuales), sus autores, editoriales y precios Sólo queda por tanto acumular estas cifras y analizarlas. 

Un primer análisis de estos datos, referidos a cuatro grados (gráficos 1 y 2), permite comprobar hasta qué punto predominan los manuales del profesor en la UNED, y también sus precios medios. Como se dijo, el predominio es casi total en Derecho (86%), fuerte en ADE (68%) y algo más moderado en Antropología (54%) y Economía(48%). No obstante, el panorama se aclara si se examinan los datos por cursos: en el primer año de los distintos grados, que son los que cuentan con un mayor número de alumnos, el predominio de los manuales del profesor es total (100%) en Derecho y Economía, casi total en ADE (90%) y notable en Antropología (70%). 

Unido a esto, los precios de los materiales en los primeros cursos son, como norma, superiores o muy superiores cuando el autor es el profesor, y también claramente superiores en los primeros cursos que en los sucesivos. 

Gráfico 1. Autoría de los textos obligatorios en los grados de Derecho y Antropología, por cursos, en número de asignaturas. 

Gráfico 2. Autoría de los textos obligatorios en los grados de ADE y Economía, por cursos, en % de las asignaturas, 

Si ampliamos la muestra a un total de 12 grados de los 27 impartidos en la UNED, podemos comprobar este predominio de los manuales del profesor en las asignaturas de primer curso ( un 77,5%), las más nutridas y en general en los grados con mayor número de estudiantes (gráfico 3). Pero es que además en estos casos cuando los manuales son obra del profesor, el precio de los textos es claramente superior. 

Estos son los rasgos básicos de los que hemos llamado el negocio de los manuales en la UNED, negocio que ha sido a menudo denunciado por los estudiantes que lo sufren, por algunos profesores a quienes no nos parece aceptable y también por algunos equipos rectorales que han tratado de diversos modos de ponerle freno. Aunque sin resultados, vistos los datos. 

Este negocio plantea dos claros problemas ético-jurídicos, que bastarían para justificar una intervención de las autoridades académicas para ponerle fin:

  1. Un manifiesto ejercicio del poder de monopolio sobre el mercado cautivo de estudiantes de cada asignatura concreta. Los profesores cuentan con muchas herramientas, y a menudo las emplean, para asegurarse de que los estudiantes compren el manual de la asignatura. 
  2. Un obvio conflicto de intereses, ya que que quién toma la decisión de elegir el libro (el profesor) es a la vez el beneficiario económico de esa prescripción. 

2. Los beneficiarios del negocio

El vaciado de los datos de distintos grados ofertados por la UNED ha sido posible gracias a la generosa colaboración de algunos participantes en el foro HorizonteUNED50, que le han echado horas y ganas al asunto. En total, podemos analizar 12 grados y el curso/prueba de acceso, que cubren aproximadamente a un 72%  de las matrículas de grados y acceso de la UNED. Quedaría otro 28% por analizar, pero no es demasiado arriesgado generalizar sobre esta base. Hemos procurado que los estudios analizados fueran representativos: al menos uno por facultad, los cinco (incluyendo acceso) con mayor número de estudiantes pero también grados menos masivos. 

Pues bien: las dimensiones del negocio son abrumadoras, y explican en parte que cueste tanto ponerle el cascabel a este gato. Basta multiplicar el número de matrículas en cada asignatura –un dato público en el portal estadístico de la UNED– por el precio de los manuales correspondientes para estimar el volumen de negocio. Como tenemos datos de un 72% de los estudiantes, le añadimos un 28% adicional para ajustar al total. Pero como sería excesivo suponer que todos los estudiantes compran los manuales (pueden sacarlos de la biblioteca, pedirlos prestados, o piratearlos) tenemos que hacer una estimación. En la más prudente (sólo 1/3 de los estudiantes compran el texto) estaríamos hablando de un negocio anual de unos 13,6 millones de euros. En la más alta alta (2/3 compran), resultan 27,2 millones de euros. Como término de comparación, estas cifras representan un rango entre el 6 y el 12% del presupuesto anual de la UNED (203.206 € para 2016)

¿Son sólidas esas estimaciones? Ahora mismo son mera conjetura, pero sería fácil contrastarla si, por ejemplo, la editorial UNED facilitara las cifras de venta de unos cuantos de sus títulos y pudiéramos cruzarlas con el número de matrículas. Al fin y al cabo, la editorial UNED forma parte de la institución, y debería poder compartir estos datos, aun sin bajar al detalle. 

Aún así,la estimación podría ser incluso inferior a la realidad. Cabe pensar, por ejemplo que el alumno de primero, que es donde se concentra el grueso del negocio, compra los libros en mayor proporción que los estudiantes de cursos superiores, ya más baqueteados. Además, esta cifra sólo tiene en cuenta los materiales llamados básicos. Muchas asignaturas exigen además materiales “complementarios” (libros de prácticas, diccionarios, tablas estadísticas o de fórmulas, códigos legales comentados, lecturas, etc.) que no hemos incluido en el recuento, porque no están en todas las asignaturas. Pero a menudo estos materiales son adquiridos también por los estudiantes, y a menudo son también obra de los profesores y publicados por las mismas editoriales que los manuales. 

Es cierto que hay que descontar los alumnos de segundas y ulteriores matrículas (que no vuelven a comprar los libros, salvo que tengan la mala suerte de que se cumpla el plazo exigido de 4 años de vigencia justo ese año, y cambien). No sabemos cuántos son en proporción (aunque la UNED si lo sabe), pero cabe considerar que quedan perfectamente cubiertos en esos 2/3 de los alumnos matriculados que no compran los libros en la estimación más prudente. 

También quedan cubiertos los alumnos que recurren a resúmenes, a copias pirateadas o a fotocopias de los libros. Un problema delicado pero que resulta difícil condenar taxativamente, vistas las condiciones de este «mercado». Más los que acuden a las bibliotecas (aunque es cierto que casi todas las de la UNED imponen serias restricciones a la duración del préstamo cuando se trata de manuales). 

En todo caso, si nos quedamos con la estimación más prudente, podemos estar razonablemente seguros de no errar por mucho. O si acaso errar por lo bajo. Y además los datos existen, así que podría afinarse la estimación. También resulta revelador cómo se reparte este pastel por editoriales (usando de momento sólo los datos de los grados analizados, sin extrapolar al conjunto, que debería ser un 30% superior). 

Por editoriales (sólo las que tienen una cuota de mercado >al 1%) 

Como se ve, 20 editoriales concentran el 90% del negocio, y cuatro de ellas prácticamente la mitad del total. Las cinco primeras (Sanz y Torres, Ramón Areces, la propia Editorial UNED, Universitas y Ediasa) están fuertemente especializadas en publicar para la UNED, fundamentalmente manuales y subsidiariamente obras de profesores de la casa cuyos manuales editan, como puede comprobarse ojeando los respectivos catálogos. 

En cambio, editoriales académicas de prestigio, y con catálogos más amplios (desde Marcial Pons a Prentice Hall) están presentes en los listados, pero con participaciones relativamente menores. Otras muchas editoriales de prestigio (Cambridge University Press, Alianza, Ariel, Akal, Gredos, Gedisa etc.) quedan relegadas a un papel marginal. 

Estudio aparte merecerían editoriales en cuyo catálogo aparece un solo autor o un pequeño puñado de ellos que son además profesores en la UNED o cercanos a estos (Open Ediciones o Ediciones Jurídicas Castillo de Luna). 

Así pues, estamos básicamente en un mercado oligopolístico que gestiona rentas de monopolio. Y siéndolo, puede llamar la atención que los precios medios acumulados de los libros no resulten tan altos (30,7 € para las 20 editoriales, o casi 32 para el conjunto analizado). Una vez más, se trata del efecto de los promedios, y especialmente al contabilizar aquí, como si fuera una única editorial, a los profesores que proporcionan textos gratuitos en PDF, que sumarían el equivalente a 84 títulos. Si los excluimos del cómputo, los precios medios pasan a ser unos 36 €, que está más cercano a los precios medios de las principales editoriales. A este respecto, notar que la editorial UNED tiene precios medios sustancialmente menores (en torno a 25 euros) que las editoriales privadas, y eso a su vez, modera también mucho los precios medios. 

Dicho esto, resultaría importante saber qué parte de este pastel se llevan los autores, porque de ello depende la potencia de los incentivos para el actual modelo de negocio. Es difícil de decir, puesto que los contratos son privados. Pero pueden estimarse: el mínimo sería un 10% del PVP que suele ser el royalty habitual en editoriales comerciales para libros que se venden razonablemente. Una cifra más probable sería el 25%, que es lo que la editorial UNED ofrece actualmente a sus autores de manuales. Esto invita a suponer que puedan, al menos ocasionalmente, ser mayores: desde luego, puede haber distintas razones para editar fuera de la UNED, incluso ganando menos dinero. Pero no es descabellado suponer que sea el puro afán de lucro lo que decida en algunos casos. 

Por último, cabe preguntarse si la UNED como institución obtiene algún beneficio en este negocio. Ya hemos visto que a la editorial de la UNED le corresponde una cuota modesta (en torno al 11%) en el mismo. Dado que otras editoriales que publican libros para los estudiantes de la UNED tienen que suscribir convenios con ésta, cabría pensar que se contemplara alguna compensación económica para la universidad, pero hasta donde yo sé tal compensación no existe. La UNED no sólo ha renunciado a controlar aspectos como la calidad de edición y los precios de los materiales de estudio que son obligatorios para sus alumnos, sino que también ha renunciado al beneficio económico que podría obtener. Hasta aquí, por tanto, son casi todo malas noticias para esta universidad. 

2 . Las buenas noticias

Pero también las hay buenas. Para empezar, debe quedar claro que no hay nada malo en que los profesores escriban manuales. Al contrario, es considerado un mérito docente y así debe ser: suponen mucho trabajo y exigen una madurez y un dominio de la materia que se imparte. De hecho, precisamente porque ese trabajo y ese dominio no siempre están disponibles, es por lo que muchos profesores de universidad prefieren usar manuales ya existentes en el mercado. Es más, es posible que la docencia a distancia exija alguna adaptación en los textos: fijar objetivos de aprendizaje bien estructurados, incluir autoevaluaciones eficaces, listar los conceptos clave y otras. Pero también es verdad que este tipo de contenidos son ya comunes en muchos manuales comerciales, y además pueden ofrecerse en otros formatos (¿las guías docentes? ¿los cursos virtuales?) que no exijan hacer un manual entero. Puede adornarse la carrocería sin necesidad de tocar el motor, si es bueno. El problema está en el conflicto de interés patente en el hecho de que quien decide cuál es el mejor manual es, como ocurre a menudo en la UNED, su autor, que obtiene un beneficio económico de esta decisión. 

Partiendo de este hecho, hay también buenas noticias, como decimos:

  • Algunos/bastantes de los manuales recomendados de autores de la UNED son buenos o muy buenos. La calidad de los textos es difícil de determinar: hay que tener conocimientos de la materia, y seguramente contar con la experiencia de los estudiantes. Pero que sea difícil no quiere decir que deba ignorarse, porque es crucial. Aunque este informe no trata sobre la calidad de los manuales, sino sobre el conflicto de interés que subyace a su elección/imposición, no puede ignorarse que este conflicto afecta a la calidad.  En todo caso, como indicio de esa calidad, sabemos que algunos de estos manuales se emplean en otras universidades españolas, aunque determinar en qué medida desborda las pretensiones de este informe. 
  • Algunos profesores de la UNED hacen un esfuerzo para moderar el precio de los materiales de los que son autores o coautores. Eso es muy visible en los manuales de profesor en los grados de Física o Matemáticas, cuyos precios son muy inferiores a los de textos externos. En el caso de otras asignaturas y otros grados, no se puede interpretar de otro modo las diferencias de precios entre textos de extensión y características formales muy semejantes.
  • En algún caso, son las facultades o las comisiones de los grados las que parecen haber conseguido una moderación en el precio de los manuales. Algo así parece haber ocurrido en el grado de Psicología, donde el precio de los manuales de primer curso es idéntico (30€), ya sean de autor de la UNED o externo, e independientemente de la editorial. Lo cual, dicho sea de paso, ofrece un claro ejemplo de cómo se puede intervenir en este asunto si existe voluntad de hacerlo..
  • En un porcentaje no menor, los textos recomendados de los profesores se publican en la misma editorial UNED, de modo que, al menos, se garantiza que una parte del beneficio creado por la institución en este negocio se mantenga en la propia institución, y por tanto permita financiar y mejorar sus actividades.
  • Existe un porcentaje moderado pero no insignificante de asignaturas (12% de media) en las cuales los profesores proporcionan los manuales de forma gratuita a los estudiantes, normalmente en forma de PDFs descargables. Es decir, que algunos de estos profesores renuncian así a un lucro particular, como también lo hacen los que creen mejor recomendar manuales ajenos. Aunque puede verse que estas asignaturas se concentran sobre todo en optativas, y por tanto en los cursos superiores. 
  • Por último, existen bastantes asignaturas en las que los textos son manuales de referencia internacional o nacional, aunque cuenten con adaptaciones de los profesores de la asignatura. También eso revela la voluntad de ofrecer los mejores materiales posibles, incluso renunciando al potencial beneficio económico. 

Merece la pena destacar entre ellos a un puñado de profesores o equipos docentes que “renuncian” a participar en el negocio, para recomendar sencillamente lo que creen que es el mejor manual en el mercado. Especialmente aquellos están en asignaturas masivas, de primer o segundo curso, en facultades donde el manualpropismo es la norma. Como no son tantos, creemos que merecen un reconocimiento explícito (sólo aquellos con asignaturas de más de 2000 alumnos en 2016). 

3. Los perjudicados por el negocio

Si sabemos que hay beneficiarios claros de este negocio –algunas editoriales y algunos profesores—también hay unos perjudicados igualmente obvios: la propia universidad y los estudiantes. 

Para los estudiantes, los perjuicios se concretan fundamentalmente en precios elevados y problemas con la calidad de los textos. Los precios –ya hemos apuntado arriba algunos datos, como esos casi 60€ por asignatura en primero de ADE—son el resultado de una situación de monopolio, en la que no existen sustitutos perfectos para el manual y los oferentes (autores/editoriales) tienen plena capacidad para fijar los precios. De hecho, resulta paradójico la correlación negativa que existe entre los precios (tomando ADE como ejemplo en el gráfico 4) y el número de estudiantes, pero sólo cuando los autores son profesores de la asignatura. Por el contrario, cuando se trata de libros ajenos la correlación es positiva, como predice la teoría económica: cuanto mayor sea la demanda, menor será el precio. 

Gráfico 4. Correlación entre el precio de los textos y el número de estudiantes. 

El otro perjuicio, mucho más peliagudo, tiene que ver con la calidad de los manuales. Es cierto que determinar la calidad de los textos requiere tener buen conocimiento de las materias, lo que hace imposible que este informe puede realizarlo. Pero por otro lado existen queja repetidas de los estudiantes sobre la calidad – empezando por la formal: erratas, redacción descuidada, pero también sobre la didáctica y de los mismos contenidos. Desde luego, en este asunto no se debe generalizar, y tampoco dar por hecho que los textos de autores de la UNED son, por esa sola condición, peores que otros. Pero lo que sí es innegable es que situación de monopolio elimina los incentivos a mejorar la calidad de los textos (¿para qué? Se van a vender igual) tanto para los autores como para las editoriales. Por otro lado, resulta muy llamativa la cantidad de manuales del profesor en la UNED: no creo que haya ninguna otra universidad con cifras parecidas. Si fuera habitual, habría en el mercado centenares de manuales de Economía Política, o de Geología, o de Lingüística obra de profesores españoles. No parece ser el caso. Quizá en Derecho o Economía sea más habitual, porque la temática es más local, pero tradicionalmente había unos cuantos manuales de referencia que se utilizaban en muchas de las universidades españolas: los de Albaladejo en derecho civil, el de García de Enterría en administrativo, el de García-Gallo o Tomás y Valiente para historia, el Tamames para estructura económica, etc. Casi todos los profesores adaptaban estos manuales a su conveniencia, y daban sus propios apuntes…pero no cobraban por ellos. Además, tampoco parece que estos manuales de la UNED compitan en los mercados: la gran mayoría de ellos parecen ser manual básico sólo en la UNED. Aunque la cuestión de la calidad de los textos merecería un estudio más a fondo, hay algunos indicios para pensar que dista del óptimo. 

En cuanto a los perjuicios que se derivan para la UNED de este negocio, hay que empezar por los mismos que para los alumnos: el elevado precio y la menor calidad de los textos perjudican ambos la reputación de la UNED, y la segunda perjudica también la calidad de sus enseñanzas. En otras palabras, todo lo que perjudique a los estudiantes perjudica a la universidad misma. 

Pero además existe un perjuicio económico importante en la medida en que se ve privada de una fuente de ingresos que podría legítimamente mejorar sus cuentas. El negocio de los manuales no lo crean los profesores como individuos, sino en su calidad de profesores de la UNED, donde el manual es casi imprescindible. Por tanto, parecería lógico que la propia institución recibiera una parte de los retornos que su actividad genera. La editorial de la UNED sólo retiene el 11%, la tercera en el ranking por detrás de las editoriales Sanz y Torres y Ramón Areces (ambas muy presentes en los grados con más alumnos y precios medios mayores: Derecho, ADE, Economía). Habría que mejorar esa cuota de mercado, y hay razones de sobra. No creo que ninguna empresa seria renunciara a ese pastel a favor de la competencia y, además, del bolsillo particular de sus empleados 

Estos son los perjuicios directos. Pero también los hay más indirectos. No es difícil imaginar a las autoridades de Hacienda o de Educación despachando las peticiones de fondos de los rectores de la UNED con un sencillo: «Tienes un negocio de 10 (o 30) millones al año que estás regalando en buena parte a editoriales privadas y autores. Recupéralo y luego hablamos». 

Porque además, hay que repetirlo, el negocio de los manuales nace de una situación de monopolio que la propia UNED reconoce a sus profesores, al entender que la elección de los libros de texto está protegida por la libertad de cátedra. Pero olvidando que:

  1. Existe un manifiesto conflicto de intereses que interfiere en el juicio de los profesores a la hora de decidir qué manuales recomendar/imponer a sus estudiantes, con repercusiones más que probables sobre la calidad de los materiales y por tanto de las enseñanzas.
  2. La misma situación de monopolio justifica sobradamente la adopción de medidas para resolver el problema. Para la mayoría de los economistas –la existencia de fallos de mercado es lo que justifica la intervención pública (del Estado o de las autoridades políticas) para garantizar la eficiencia. Pues bien, creo que ese es claramente el caso que nos ocupa, y urge intervenir bien sea fijando precios (como se hace a menudo en mercados de monopolio natural, como el de la energía eléctrica) o asumiendo el monopolio en su conjunto para ejercerlo a niveles más cercanos a los óptimos. 

4. La libertad de cátedra en la UNED: un poco de historia

Acabo de mencionar la libertad de cátedra, un derecho recogido en la Constitución y que suele aducirse como argumento, o casi como baluarte, contra cualquier intento de regular el monopolio de los manuales. A mi entender, se trata sólo de una interpretación posible de esta libertad, máxime cuando entra en conflicto con otros derechos –el de la protección frente a los monopolios, por ejemplo—y cuando podrían articularse soluciones que permitan compatibilizarlos. 

Conviene repasar cómo se planteó la cuestión de la libertad de cátedra en relación con los manuales de la UNED desde una perspectiva histórica. Hubo un tiempo casi mítico, con la UNED recién creada y un número de alumnos aún modesto, en que esta universidad adoptó el modelo ahora clásico y bastante exitoso de funcionamiento: lo que podríamos llamar modelo TRE (Texto-Reglas-Examen). A los estudiantes se les facilitaba un texto-base, unas reglas de juego básicas y se les ofrecía un examen que, por las condiciones en que se realizaba, debía garantizar la seguridad de la acreditación (que la persona que obtenía la nota era la que efectivamente hacía el examen), garantía de un planteamiento previsible y limpieza en las condiciones de realización. Ese es el modelo en el que se ha basado la UNED, con variaciones, hasta la irrupción de los cursos virtuales. De hecho, para muchos alumnos sigue siendo el modelo preferido, y seguramente es una de las bases –junto con los centros asociados—del éxito de la UNED en términos de número de estudiantes. 

De las tres piezas de ese modelo, dos han ido mejorando con el tiempo. Las reglas son cada vez más racionales, más estables y más transparentes y en general tienden a proteger al estudiante frente a la arbitrariedad, la desidia o simplemente los errores del profesorado (cuando las haya, no digo que sea la norma). Los exámenes, estaremos de acuerdo, también han ido mejorando, en general. Su desarrollo masivo ha llevado a introducir unas valijas virtuales que permiten asignar rápida y eficazmente los enunciados y colocar a los alumnos en las aulas. La valija de retorno permite no sólo que la posibilidad de pérdida de exámenes sea remota, sino que además es mucho más barata y rápida, lo que acelera la corrección, y deja al alumno en todo momento ver la copia de su examen. Y hay más. Todo ello ha permitido distribuir y recoger cientos de miles de exámenes por todo el mundo en cada convocatoria con mínimas incidencias. 

En el asunto de los manuales, en cambio, no está tan claro que haya habido el mismo progreso, y seguramente tiene que ver con que aquí no ha habido incentivos para la mejora, sino al contrarioEn aquel tiempo mítico (digamos entre 1973 y 1985) los padres fundadores de la UNED, conscientes de la importancia de los textos-base, y contra la opinión imperante entonces en la universidad española, promovieron la publicación de manuales adaptados a la enseñanza a distancia. La norma era buscar a los mejores autores posibles, pedirles contenidos actualizados en extensiones razonables, imponerles unos formatos entonces no habituales (preguntas de autoevaluación, objetivos de aprendizaje), cuidar las ediciones (bien ilustradas a menudo), que realizaba la propia UNED y garantizar así textos de calidad, adaptados y baratos. De aquella época se pueden buscar textos en las bibliotecas que son, aún hoy, francamente buenos. Muchos de ellos se recomendaban en otras universidades españolas. El sistema de remuneración era muy distinto al actual: se pagaba a los autores un tanto alzado por el trabajo (generoso, por lo que sé) pero no derechos de autor en función de las ventas, que por otro lado no eran tan grandes. 

Pero a medida que la UNED empezó a crecer, la tentación de hacer de los manuales un negocio particular del profesor apareció en el horizonte. Como fecha indicativa, podemos tomar la primera edición en 1985 del texto de Antonio Torres del Moral, en edición del propio autor (según consta en la base de datos de ISBN), Principios de derecho constitucional español, en dos gruesos tomos. En aquel momento, la UNED parecía haber empezado a consentir la incipiente privatización del negocio de los manuales. O tal vez no. 

El nombre de Antonio Torres del Moral [ATM] es importante, porque frente a su intento de imponer su manual como obligatorio en la asignatura de Derecho Constitucional, se alzó el profesor Oscar Alzaga, que llevó el caso a los tribunales, como el mismo cuenta en su curriculum, “por exigirme este [ATM] impartir la docencia conforme a su material didáctico (y consecuentemente, conforme a su programa)”. El caso llegó finalmente a la Audiencia Nacional que falló a favor de Alzaga en 1989 (12 de mayo de 1989). Lo que podría haber sido una victoria contra los monopolios docentes, sin embargo, se fue convirtiendo en una UNED cada vez más masiva, en el paraguas legal para que, amparado en una interpretación peculiar de la libertad de cátedra, cada profesor pudiera imponer a los alumnos el programa y los materiales de su gusto. Incluyendo aquellos de los que obtenía beneficio económico. Y ese paraguas les amparaba incluso/sobre todo de la propia universidad, que no podía/quería impedirles ejercer ese derecho a su antojo, aunque fuera en perjuicio de los alumnos, con precios abusivos o materiales inadecuados, y en perjuicio de la propia UNED al privatizar un beneficio que hasta entonces era en buena parte de la casa. Así, la sentencia de Alzaga abrió el cofre de Ariadna. Y el sueño de unos pocos (beneficiarios) se convirtió en la pesadilla de muchos (estudiantes perjudicados). Y casi hasta hoy. 

De 1991 en adelante, varios de los equipos rectorales de la UNED trataron de poner coto a este negocio: 

  • Promoviendo filtros de calidad metodológica para los libros publicados por la editorial UNED (informes obligados del IUED, de la llamada unidad MADI), que obligaban a que los textos llevaran ciertos elementos didácticos. En 2008, con la entrada de Bolonia, esta obligación y control de calidad se hace extensivo además a los libros publicados por editores externos (que no tuvieron empacho en adoptarlos, aprovechando así para legitimar la adaptación de los textos al estilo UNED y reforzar el monopolio, subiendo en algunos casos los precios). 
  • Imponiendo en 2008 una limitación en la renovación de las ediciones de los manuales a una vez cada cuatro años, para impedir que se acortara el ciclo de negocio con reediciones anuales caprichosas o intencionadas que impedían a los estudiantes aprovechar el manual ya adquirido, incluso en caso de repetir la asignatura. 
  • En 2008, como resultado de la entrada de los nuevos grados adaptados al EEES, se aprueba una norma aparentemente radical: que los manuales para los grados se publicaran como norma en la editorial UNED (pero se dejaba la puerta abierta a publicarlos en editoriales externas que tuvieran un convenio con la UNED). Pero tales convenios, destinados en principio la moderación del precio y la calidad de los contenidos, y a que la UNED como institución participara en los beneficios del negocio, en la práctica se convirtieron en un mero trámite, formal y fácil de salvar (los tienen Ramón Areces, Sanz y Torres, McGraw Hill etc.), y su propia inutilidad hizo que cayeran en desuso. Es más, esta regulación avala la conveniencia de que los textos básicos fueran específicos para la UNED, y sólo excepcionalmente “materiales o manuales existentes en el mercado”. 
  • En 2008 también se encomienda a las comisiones de seguimiento de cada uno de los grados vigilar la adecuación de los contenidos de los manuales: este requisito, sin embargo, se convierte a menudo en un mero trámite, pues las comisiones están dominadas por los profesores de cada facultad, y se impone la política de “no vamos a hacernos daño”. Como resultado, hasta donde yo sé, ni un solo texto presentado por un equipo docente ha sido rechazado por una comisión de seguimiento de grado en la UNED. Probablemente en ninguna otra universidad, tampoco. 
  • Promoviendo que la editorial UNED ofreciera royalties elevados (25%), como forma de retener a los autores y cierta cuota de mercado. 

Se trata, por más que necesarias, de medidas parciales, de parches que no atacan el fondo de la cuestión. Es significativo que la UNED cuente con un buen número de reglamentos específicos (incluido uno sobre el uso de los foros) y sin embargo no haya regulado de forma general un asunto de tanta importancia como es la de sus materiales didácticos. 

Por otro lado, el problema no es la regulación sino su cumplimiento. Y para eso hace falta voluntad política de las autoridades académicas, empeño y resistencia de los perjudicados (los estudiantes sobre todo, pero no sólo) y tal vez un empujoncito de las autoridades políticas. La libertad de cátedra es un gran invento. Un derecho fundamental, pero debe interpretarse correctamente, y hay doctrina contraria a la interpretación que parece avalar el negocio del que venimos hablando, como nos recordaba en 1997 Blanca Lozano, profesora de Derecho Administrativo en la UNED, que acababa citando a otro gran profesor de la UNED, el filósofo Emilio Lledó: «lo que hoy es importante, lo que es creativo, es la enseñanza de la libertad, no la libertad de enseñanza«. 

5. ¿Qué hacer?

Llegamos al punto quizá más difícil. ¿Hay que hacer algo? Parece claro que sí, por las razones ya citadas: en beneficio del bolsillo de nuestros nuestros estudiantes, de la calidad de los estudios y de los intereses económicos y de prestigio de la propia UNED. Eso si no nos preocupan las consideraciones éticas, que deberían. Hay que buscar soluciones que permitan adoptar las mejores decisiones sobre los textos eludiendo el conflicto de intereses en el que actualmente están inmersos muchos profesores, pero sin privarles de su capacidad de intervenir en la elección/elaboración de los materiales didácticos para sus alumnos (libertad de cátedra). 

En fin, la propuesta es que este tema se estudie y se regule con urgencia. Seguramente no hay una solución sencilla y óptima. El problema es complejo, y por eso mi primera reivindicación es un debate amplio y abierto sobre esta cuestión, que lleve a la adopción de decisiones que sean aceptables para cuantos más agentes mejor, pero que primen los intereses de los más numerosos y más desprotegidos: los estudiantes. Y eso exige también introducir mecanismos efectivos de control de calidad de los textos: calidad académica y calidad didáctica, que no son lo mismo. 

En mi opinión, la solución pasa por convertir a la editorial UNED en la opción prioritaria para la edición de textos didácticos dirigidos a nuestros alumnos. Lo primero, porque están editando con una calidad perfectamente equiparable a la mejor del mercado, y porque cuentan con una distribución perfectamente adecuada para llegar al mercado prioritario: la red de librerías de la UNED. En los últimos años, además, han hecho serios esfuerzos para mejorar los libros producidos y hacerlo a precios moderados. Además de remunerar generosamente a los autores de royalties, con un 25% sobre el PVP. Pero es que además el beneficio generado quedaría dentro de la institución, y permitiría financiarla: desde ampliar las ediciones a otro tipo de textos, como ya hace, hasta otras actividades propias de la UNED. Si el negocio es lucrativo para las editoriales comerciales, seguro que debería serlo para la nuestra. 

Se me ocurren algunas otras ideas, que podrían también contribuir a la solución- Dejar por ejemplo la decisión de prescripción a otra instancia (¿la facultad en su conjunto? ¿un comité de expertos? ¿informantes anónimos?) o mejor, impedir que esa decisión genere lucro económico al decisor: por ejemplo, obligando a que los materiales del profesor se incluyan en el coste de la matrícula, y que sea la Universidad la que remunere, sin coste adicional para los alumnos. Así, al actual poder de monopolio en cada asignatura se opondría un monopsonio (único comprador) que tuviera una capacidad de negociación análoga. Si fuera la UNED la que edita los textos, podría forzarse a la vez a moderar precios y reducir los royalties de monopolio, al tiempo que obtiene recursos de un negocio que ella misma genera. O introducir requisitos de calidad adicionales (¿qué los textos sean de uso en al menos tres universidades españolas y/o extranjeras?). 

La solución no puede ser difícil. Exigirá decisión y firmeza para llevarla a puerto, vistos los intereses en juego. Pero la cuestión no es si podemos resolver este problema sino si la UNED podemos permitirnos no hacerlo.

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